Álbum de la Antártida de Ramon Dachs: a modo de presentación

Ramon Dachs’ Álbum de la Antártida: a presentation


Autora: Victoria Cirlot ((Victoria Cirlot es catedrática de Filología románica en la Universitat Pompeu Fabra, donde coordina el Grupo de Investigación de la Biblioteca Mystica et Philosophica Alois M. Haas. Ha publicado numerosas traducciones de textos medievales, entre las que destaca su recopilación Vida y visiones de Hildegard von Bingen. Parte importante de sus últimas investigaciones la ha dedicado a establecer vínculos entre la experiencia visionaria de la mística europea con la obra de artistas y escritores del siglo XX, como puede leerse en su más reciente ensayo, La visión abierta. Del mito del Grial al surrealismo. Junto a Amador Vega dirige la colección El Árbol del Paraíso de Ediciones Siruela.))

(Universitat Pompeu Fabra, Barcelona, España)

E-mail: [email protected]



RESUMEN ((Este texto fue leído el 9 de marzo de 2010, en la presentación de este libro en la librería Altaïr de Barcelona.))
En esta nota se presenta el Álbum de la Antártida de Ramon Dachs, que forma parte de su serie de libros de autoficción/ensayo. Se describe su estructura, sus relaciones númericas y los símbolos aludidos, y se establecen relaciones con otros autores, como Breton y Calvino. Además, se sitúa este libro dentro del proyecto total de Ramon Dachs.
Palabras clave: Ramon Dachs, escritura fractal, tarot, cristal, Antártida.
ABSTRACT
This note presents Ramon Dachs’ Álbum de la Antártida, which is part of his series of autofiction/essay books. It describes its structure, numeric relationships and symbols, and it establishes relationships with other authors, such as Breton and Calvino. In addition, this book is situated within the whole project of Ramon Dachs.
Keywords: Ramon Dachs, fractal writing, tator, cristal, Antartida.





No creo que nadie pueda dejar de sentirse arrastrado por este libro titulado Álbum de la Antártida, nadie, al menos, que haya soñado con haber estado alguna vez en la Antártida, o que realmente haya estado alguna vez, porque en ambos casos estamos ante los que sienten una irremediable atracción por la tierra ignota, por la blancura y por el silencio. Aquí hay un libro que nos va a explicar algo de todo eso, un libro donde vamos a encontrar algo de todo eso. Y ciertamente lo hace, aunque de un modo insospechado. Nada más abrirlo nos encontramos con algo tan inesperado como Loarre, que nos resulta familiar porque hemos estado, pero justamente por eso: en efecto, es el castillo de Loarre en Huesca, que poco tiene que ver con la Antártida. Inmediatamente después con una bella figura geométrica que tampoco parece que tenga nada que ver con la Antártida. Lo que parecía un diario de viaje, de pronto no parece serlo. Para empezar, la primera persona que esperábamos encontrar no es tal, sino que el “autor” nos despista con un relato en tercera persona. Pero tranquilidad: nuestras primeras expectativas se cumplirán, porque esto es en efecto un diario de viaje, un viaje a la Antártida que comienza en Loarre y una figura, la figura en cuyo centro hay un loco, en torno al cual hay un octógono inscrito en un cuadrado que a su vez está en un cuadrado mayor, en torno al cual puede verse un anillo concéntrico compuesto por 64 estrellas. El autor nos cuenta que esta figura concluía su libro anterior, Álbum del trasiego, también escrito en tercera persona. La figura es absolutamente coincidente con un suceso: la invitación a participar en una expedición científica que el próximo invierno, el 16 de enero del 2009, partirá de Punta Arenas en Chile a la Antártida.

Las sorpresas empiezan a disiparse. Comprendemos que el autor lanza líneas, normalmente invisibles, entre sucesos de distinta realidad, entre acontecimientos de la vida de texturas diversas: como por ejemplo, la escritura y el viaje. Una cosa es viajar, otra escribir, pero es cierto que ambas pertenecen a la vida. Tant va la croyance à la vie, à ce que la vie a de plus précaire, la vie réelle s’entend, qu’à la fin cette croyance se perd. No perdamos pues la croyance. En estas páginas se asiste a la necesidad de comprender el orden de la vida, que el autor entiende imbricado con el orden de la escritura. El dato azaroso, de que te inviten a participar en una expedición a la Antártida constituye un punto en el mapa de la escritura vital del autor que anuncia la prosecución de un ciclo poético: Eurasia/Transeurasia/Antártida. Sigamos al azar: un coup de dés n’abolira jamais l’azar. Dejemos que cree la figura. Tracemos la línea que una sucesos discontinuos para alcanzarla. Leemos: “Con la imagen que cierra su Álbum del trasiego empieza ahora sus apuntes antárticos. Diario de un veraneo pre-antártico, a culminar en invierno con otro veraneo antártico” (11).

El libro se estructura en tres partes: la primera y la segunda parte son el preludio del viaje, propiamente dicho, que configura toda la tercera parte. O quizás la segunda parte sea sólo una pausa, una cesura, un intervalo: discusión eterna la de los que están a favor de las estructuras bipartitas frente a los partidarios de la tripartición. Pero en seguida comprobamos que ciertamente es una pausa: la numeración de 1 a 32 de la primera parte, referida a los capítulos, se detiene para ser recuperada en la tercera que se inicia con el 33, mientras que en cambio la segunda parte queda sin numerar. Adelantemos que son 64 los elementos que construyen el libro, o sea, las 64 estrellas de la figura inicial. En la cronología de la vida del autor, desde el momento en que fue anunciado el viaje, se abre ya el espacio antártico. Por eso, el libro comienza en Loarre y ese es el título de la primera parte, allí adonde llega el 10 de agosto del 2008, el castillo luminoso, que en su experiencia constituye una auténtica aparición, un castillo del Grial, lo que le lleva a abrir Diccionario de símbolos de Cirlot: “Delante de esa visión fascinadora la fatiga desaparece. Se tiene la clara intuición de que en él reside un tesoro. El templo de los esplendores es la realización de lo inconcebible, la materialización de lo inesperado. En el castillo, junto con el tesoro (riquezas espirituales en su aspecto eterno), la dama (ánima, en el sentido junguiano) y el caballero purificado, constituyen la síntesis de la voluntad de salvación.” Todo esto adquiere una intensidad mayor cuando se comprueba que Loarre significa “el lugar” (30).

Abramos un paréntesis antes de seguir con el libro. Un paréntesis necesario para aclarar algunas cosas. Antes decía que todos los fascinados por la tierra ignota, el blanco y el silencio se dejarían arrastrar por un libro titulado Álbum de la Antártida. Ahora diré que para seguir leyendo, tenemos que saber quién es el viajero y cuál es su actitud ante la vida. Si no pertenecemos al grupo de los que piensan que la vida tiene un sentido, es mejor no seguir leyendo. Si, por el contrario, pensamos que todo responde a un orden y que nuestro reto es vislumbrar ese orden, deberemos continuar con la lectura, pues el libro relata una historia en que cada elemento parece tener su réplica en el cielo y que contemplando las estrellas asistimos a la figura de la vida, la figura de nuestra propia vida.

Así, los sucesos se van ordenando en la primera parte que es una auténtica pre-figuración del viaje. Cuando hablo de pre-figuración me refiero a cómo en la Edad Media se comprendió la Biblia, absolutamente bipartita, en que la primera parte, lo que llamamos el Antiguo Testamento, pre-figuraba, anunciaba, el Nuevo Testamento, la culminación y perfección del anterior. Justamente ese pensamiento figural como demostró Erich Auerbach permitió concebir y fundamentar la unidad de un libro que tenía poco de “uno” y mucho de “dos”, judío y cristiano, pero las correspondencias simbólicas permitieron ver lo que de otro modo hubiera permanecido oculto, como por ejemplo, lo mucho que se asemejaba Jonás, el de la ballena, a Jesús, el que desciende a los infiernos, desaparecidos ambos para renacer contra toda esperanza. Así, intuimos que el castillo luminoso anuncia un descubrimiento mayor en la tierra desconocida, como el resto de elementos, 32 elementos, preparan para el viaje. Elijo algunos, por ejemplo 10. El laberinto, 16. Eunate, que es el octógono, 21, la rueda de la fortuna, 23. Cardona. Lecturas, reflexiones, libros, completan el primer recorrido, en el que aparece un elemento que merece atención: aquella figura que ocupaba el centro de la imagen que abre el libro, el loco, la única carta del tarot que no tiene número, como se apresura en aclarar el autor. Merece atención porque el Tarot ocupa un lugar significativo en el libro, ocupa lo que hemos denominado IIª Parte que lleva por título «Puesta en escena del silencio. Apuntes». De hecho en el Apéndice II encontramos reproducido todo el Tarot de Marsella.

«En medio de un espeso bosque, un castillo ofrecía refugio a todos aquellos a los que la noche sorprendía en camino: damas y caballeros, cortejos reales y simples viandantes» (19). Así comienza, no un poeta, sino un novelista famoso su novela en la que las cartas del Tarot y su combinatoria dirigen toda la acción. Si lo cito aquí no es porque piense en influencias, sino en afinidades que permitan iluminar algo del libro que tenemos entre manos. El novelista aclaró en una obra en la que condensó toda su estética literaria: “El mismo principio de muestrario de multiplicidad potencial de lo narrable se halla en la base de otro libro mío, El castillo de los destinos cruzados, que quiere ser una especie de máquina de multiplicar las narraciones partiendo de elementos icónicos de muchos significados posibles, como una baraja de tarot” (121). Sí, me refiero a Italo Calvino al que justamente estoy leyendo estos días en que leo el Álbum de la Antártida y pienso en esta presentación. Podrían haber sido otros los referentes escogidos para presentar este libro de Ramon Dachs, que siempre se ha reconocido a sí mismo como un heredero del creador de la teoría de los fractales, Benoît Mandelbrot, también de las figuras de Ramon Llull y sus epígonos (Bruno y Leibniz), Pitágoras, la arquitectura gótica, la dodecafonía mínima de Webern, la poesía concreta, el Barthes de Le degré zero de l’écriture, el Mallarmé de “Crise de vers”, el Raymond Queneau de Cent mille millards de poèmes, por tanto dentro de la tradición oulipiana…Y así, aunque no lo haya encontrado mencionado entre sus antecedentes, me permitiré dar entrada a un nuevo convidado entre estos apasionados por la geometría, al menos desde los años sesenta.

Italo Calvino consideró que existen dos imágenes que muestran dos posibilidades contrapuestas de creación: el cristal y la llama. En sus Lecciones americanas encuentro un pasaje memorable respecto a esto:

El cristal, con su talla exacta y su capacidad de refractar la luz, es el modelo de perfección que siempre ha sido mi emblema, y esta predilección resulta más significativa desde que se sabe que ciertas propiedades del nacimiento y crecimiento de los cristales se asemejan a las de los seres biológicos más elementales, constituyendo así casi un puente entre el mundo mineral y la materia viviente.

Entre los libros científicos en los que husmeo en busca de estímulos para la imaginación, he leído recientemente que los modelos del proceso de formación de los seres vivientes son “por un lado el cristal (imagen de invariabilidad y de regularidad de estructuras específicas), y por otro la llama (imagen de constancia de una forma global exterior, a pesar de la incesante agitación interna)”. Cito de la introducción de Massimo Piatelli-Palmarini al volumen del debate entre Jean Piaget y Noam Chmosky en el Centre Royaumont (Théories du langage–Théories de l’apprentissage, Éd. du Seuil, París 1980). Las imágenes contrapuestas de la llama y el cristal se usan para visualizar las alternativas que se plantean a la biología y de ésta pasan a las teorías del lenguaje y sobre las capacidades de aprendizaje.

Dejaré ahora de lado las implicaciones que para la filosofía de la ciencia tienen las posiciones de Piaget, que defiende el principio del “orden del ruido”, es decir, la llama, y de Chomsky, que defiende el “self organizing system”, es decir, el cristal.

Lo que me interesa ahora es la yuxtaposición de estas dos figuras, como en uno de aquellos emblemas del siglo XVI… Cristal y llama, dos formas de belleza perfecta de las cuales no puede apartarse la mirada, dos modos de crecimiento en el tiempo, de gasto de la materia circundante, dos símbolos morales, dos absolutos, dos categorías para clasificar hechos, ideas, estilos, sentimientos. Me referí hace un momento a un partido del cristal en la literatura de nuestro siglo; creo que se podría establecer una lista similar para el partido de la llama. Siempre me he considerado partidario del cristal, pero la página que acabo de citar me enseña a no olvidar el valor que tiene la llama como modo de ser, como forma de existencia. Quisiera igualmente que quienes se consideren partidarios de la llama no pierdan de vista la calma y ardua lección de los cristales. (79-80)

Me extraña que Calvino no mencione a André Breton y su elogio al cristal acompañado de una foto de BrassaÏ en el primer capítulo de L’Amour fou, publicado en el número 5 de Minotaure en mayo de 1934, con el título de “La beauté será convulsive”: “Nul plus haut enseignement artistique ne me paraît pouvoir être reçu que du cristal. L’oeuvre d’art, au même titre d’ailleurs que tel fragment de la vie humaine considérée dans sa signification la plus grave, me paraît dénuée de valeur si elle ne presente pas la durété, la rigidité, la régularité, le lustre sur toutes ces faces extérieures, intérieures, du cristal”. Para concluir después de aclarar que lo que le fascina es la espontaneidad del cristal, que “La maison que j’habite, ma vie, ce que j’écris: je rêve que cela apparaisse de loin comme apparaissent de près ces cubes de sel gemme” (16-17). “La maison de verre”, evocada también en Nadja, como en la fantástica arquitectura alpina de Bruno Taut de raíz eckhartiana.

Regresando a Ramon Dachs: me parece apropiado aplicar el cristal como emblema de toda su obra, tanto en verso como en prosa. Su pasión por la geometría, la combinatoria, por las alternancias de orden y desorden, por este viaje a la tierra desconocida que es un viaje al límite, revelan una creación y una vida que imita a una natura naturans cuyo modelo perfecto es el cristal. Encerrado en el lugar al que le constriñen los elementos sobre los que va a operar, asiste entusiasmado a la nueva creación.

Cuando nos adentramos en el mar de Weddell, tercera parte del libro, ya el viaje por la Antártida, la cotidianidad de la vida en el barco, los paisajes, las relaciones humanas, envuelven un pasaje en el que no pude dejar de oír el libro de poemas del mismo autor titulado Blanc. Topoèmologie, cuya primera edición catalán-francés data de 1998, la primera español-francés del año 2003 y la primera edición topoemológica integral está fechada en el 2007. Como no encuentro topoemología en el diccionario de español ni topoèmologie en el de francés, recurro a Internet y doy con la entrevista que le hizo Marta Martínez Valls el 9 de abril de 2008 con motivo de la presentación de su libro en la librería Tschann de París: se trata naturalmente de un neologismo, resultado de la fusión de dos palabras, poema y topología. Cito a Ramon Dachs:

Se le propone al lector explícitamente la topología como clave de lectura poética. ¿Por qué? La Topología es la disciplina matemática que estudia la evolución dinámica de las formas en el espacio. Sus evoluciones, deformaciones y transformaciones. Para un topólogo, una taza cuyo volumen permanente se transforma en anilla, si en tal progresión no se produce disgregación y se mantiene una única perforación, tiene el mismo valor topológico. Así ocurre con los versos mínimos de Blanc. . . :

blanc finissant – depuradíssim blanc – nada apurada.

El poema Blanc está escrito en tres lenguas, catalán, español y francés y articulado en cuatro partes. Se compone de 24 poemas de un verso único en trilingüe:

Arriba’m /blanc /desert
Heme /blanca /nada
Arrive /moi /désert

Leamos ahora un pasaje de esta tercera parte, la que constituye el diario de viaje propiamente dicho, el que corresponde al 3 de febrero de 2009:

Los icebergs ganan matices nuevos cada día. Ahora, aquí, se percata. Los grises, se han arrastrado por la lava; los marrones, por la tierra; los azules, están comprimidísimos por el peso soportado… Adora el blanco. Si ya lo amaba, ha aprendido a amarlo más en el trayecto. Hasta ahora, era un concepto abstracto más o menos homogéneo. A partir de ahora, se desdobla en mil caras. Hoy es material y tangible. (137)

Leamos ahora un pasaje del día siguiente, en el que curiosamente hay una errata, pues dice 4-II-2008, cuando debería decir, 4 de febrero de 2009:

Un rato después, contra todo pronóstico, Pedro dio orden de entrar en el laberinto de bahías de hielo, por placer estético, para todos. Un gesto magnánimo. Del que resultó una experiencia colectiva de lo Sagrado que sobrecogió a crédulos e incrédulos. Si en 1995 había intentado en vano ir a la Antártida para acabar de escribir Blanc, al final el propio libro ha desencadenado el viaje que quedó latente. Un viaje in crescendo hasta la pasada medianoche, apoteósica, en que el Mar de Weddell les reveló su más recóndita quietud, su silencio, su postrera luz. Un espacio intenso y efímero en cuatro dimensiones (por el avance quedo del barco). Fotos y relatos serán sólo vestigios de lo acontecido, una sublime performance de tránsito por un paisaje en tránsito. Lo esencial era estar allí; y callar. Adorar esa inmovilidad espléndida de lo móvil en forma de bahías de acantilados planos, de jalonados icebergs tabulares que doblaban la altura del Puente. Penetrar el laberinto, atravesarlo. Un laberinto presencial irrepetible, sin antes ni después, sólo para ellos. Visitando el más allá. (145)

El poeta sabe que después nada será igual. Ha visitado el más allá como un chamán en el vuelo mágico y ha retornado. La materialidad de las cosas no impide su significado trascendente que se alcanza con su investidura simbólica la cual a su vez deriva de una extraña conjunción entre el mundo exterior y la invisible vida de la interioridad. La emoción estética en el autor es tan intensa que no duda en calificarla de sagrada, pues todo lo que había sido anunciado se ha cumplido. En el 10, el laberinto de Chartres, ha encontrado su realización en 55, el laberinto del mar de Weddell. La representación ha sido sustituida por la presencia real. La vida aparece ante nuestros ojos como un juego de tarot: vamos pasando de una situación a otra, y las situaciones pueden emblematizarse, es decir, se pueden apresar a través de una figura como las que encontramos en el juego del tarot. Sólo el loco alcanza el otro mundo, pues sólo con la inversión es posible llegar a ese lugar otro que es la inversión de nuestro mundo. El libro termina en Venecia, “cautivado” por la estrella de seis puntas, en el pavimento central de la gran cúpula de Santa Maria de la Salute, resultado de la conjunción de dos triángulos, uno con la punta hacia arriba, otro con la punta hacia abajo, símbolo según René Guénon, de la analogía, “lo que está arriba es como lo que está abajo, pero invertido”, como el árbol que vemos en la tierra con la copa hacia abajo, que sólo en el cielo podemos ver derecho. Un apéndice III, con seis tablas de correspondencias bilingües de Blanc, topoèmologie tratan de apresar todas las posibilidades que ha dejado el blanco detrás suyo, y nos abandonamos a los números: 6, 24, 24 x 6, 144, pero sabemos que un coup de dés n’abolira jamais l’azar.






Bibliografía:

Breton, André. L’amor fou. Paris: Gallimard, 1937. Impreso.

Calvino, Italo. El castillo de los destinos cruzados. Trad. Aurora Bernárdez. Madrid: Ediciones Siruela, 1999. Impreso.

—. Seis propuestas para el próximo milenio. Trad. Aurora Bernárdez y César Palma. Madrid: Ediciones Siruela, 1998. Impreso.

Dachs, Ramon. Álbum de la Antártida. Barcelona: Ediciones La Tempestad, 2009. Impreso.

Álbum del trasiego. Barcelona: Ediciones La Tempestad, 2008. Impreso.

—. “Blanc: Topoèmologie, una poética antártica”. Entr. Marta Martínez Valls. La clé des langues, 2008. Web. <http://cle.ens-lyon.fr/15594167/0/fiche_pagelibre>

—. Blanc. Topoèmologie. Reims: Éditions le Clou dans le fer, 2007. Impreso.



Fecha de recepción: 5/12/10
Fecha de aceptación: 18/3/11







Citar como: Cirlot, Victoria. “Álbum de la Antártida de Ramon Dachs: a modo de presentación.” Revista Laboratorio 4 (2011): n. pag. Web. <http://www.revistalaboratorio.cl/2011/06/album-de-la-antartida-de-ramon-dachs-a-modo-de-presentacion/>


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