ARTELÚRICO

Autor: Martín Bakero Carrá[1] Filiación: Université Paris Diderot, CRPMS (Centre de Recherche Psychanalyse, Médecine et Société).
Email: [email protected]

Foto de Elisa Matilde para el proyecto“Bramador”, film de Martin Bakero.

La naturaleza vibra y todo está parte de este sistema vibratorio. La vibración del planeta y de todos los astros en las galaxias: al ser amplificados, filtrados y / o transpuestos en una atmósfera se vuelven perceptibles.

Todo vibra permanentemente en el pluriverso. Y cuando esta vibración no se comunica, transmite o utiliza: se acumula. La liberación de esta acumulación de vibración se manifiesta  en la jaculación de los volcanes, los rumores de los temblores, las ondas expansivas de las olas en los océanos, el ritornelli de los huracanes, los rugidos de los truenos …

A nivel sonoro, terrestre o submarino, estas vibraciones son emitidas en frecuencias muy bajas, y son captadas gracias a micrófonos de infrasonido: «sismógrafos», geófonos y estetoscopios. También se producen armónicos a otras frecuencias, lo que permite que sean audibles. Las investigaciones realizadas por medio de los nuevos dispositivos de grabación sonora, de la singularidad de estos fenómenos acústicos, nos parecen de suma importancia artística y geopolítica.

Los territorios andinos poseen una gran fuerza tectónica. En él hay fenómenos telúricos sin cesar: maremotos, explosión de volcanes, temblores, incendios, aluviones. Los fenómenos tectónicos pueden producir desastres pero también lograr fenómenos estéticos insólitos. Lo que hemos llamado el arte telúrico es un intento de mirar esta fuerza de la naturaleza desde un punto de vista artístico, creacionista y transmutatorio. La fuerza de los movimientos de la Tierra, es quizá su identidad y su firma en el cosmos.

Las frecuencias emitidas por las montañas sonoras -en Chile tenemos Bramador y Punta del Diablo- son graves, casi tan graves como la frecuencia de los meteoritos que entran en la atmósfera y la de los cantos de ballenas en los océanos. Así podemos relacionar las frecuencias procedentes de las entrañas de la tierra y el mar con las singularidades del cielo. Nos hemos planteado la cuestión de las coincidencias físicas y sensoriales que existen entre estas cadenas de frecuencias, estas fuentes sonoras. Queremos lograr una cartografía telúrica de nuestro territorio. Logrando así su identificación y su comunicación global, así que una utilización poética de estas fuerzas geológicas.

Algunos pueblos ven en estos sonidos la manifestación de ciertos fenómenos paranormales, en la que los dioses terrestres o los genios tutelares se manifiestan, o los comparan con sonidos de animales u humanos y los relacionan con ciertos estados de conciencia. Los oráculos telúricos son a menudo asociados con divinidades provenientes del interior de la tierra, estos oráculos han sido frecuentemente manejados por mujeres, que al parecer tienen más contacto que los hombres con las frecuencias infrageográficas provenientes de las fallas terrestres: grietas, cuevas, vapores…

Propulsores de un nuevo tipo de mística pagana, los dioses del inframundo tienen tanto o más influencia sobre nosotros como los del más allá.  “Los dioses paganos no están muertos: solo está muerta nuestra percepción de los dioses” (Pessoa)

A través de dispositivos electroacústicos compuestos por varios tipos de micrófonos y parlantes, diseñados especialmente para este proyecto; sean hidrófonos, geófonos, sismómetros, estetoscopios electrónicos. Con ellos queremos capturar sonidos rara vez grabados por otros medios físicos. La historia es así construida entre la grabación de sonidos naturales, humanos y siderales. El hombre primitivo escuchaba las olas del mar grabadas por resonancia en las conchas marinas.

Los sonidos grabados de la naturaleza, la arena, el viento, y la voz humana: son testimonio del “homo faber” a partir del siglo XX, gracias a los medios descubiertos como el micrófono y los parlantes o audífonos, que van a “captar” y «reproducir» objetos telúricos. En siglos anteriores ciertos naturalistas viajeros como Marco Polo, Charles Darwin, Gengis Khan: describen en sus cuadernos de viaje el fenómeno de las montañas bramadoras. Con instrumentos optofonéticos y olfativos acompañaremos esta expedición natural, como exploradores sensitivos transmitiendo los objetos sonoros encontrados,  así que nuestras impresiones, reflexiones y pensamientos sonoros. Pseudoalucinaciones transmisibles, que vienen a especular sobre los registros. Forma de divulgación del pensamiento del neanderthal-sapiens en el que el sujeto oye sus propios pensamientos declarados en voz alta; y el Artista se diferencia del paranoico, esforzándose por hacer “perceptibles” las impresiones y así comunicando para ser escuchado por sus coetáneos.

Al mismo tiempo, en contra-fuga, encontraremos sonidos desde el espacio percibidos por los radiotelescopios para una doble misión: por un lado transmitir estos sonidos al oído humano, el otro, para difundir las frecuencias espaciales geológicas encontradas anteriormente en los sectores de manifestaciones telúricas y su entorno resonante.

La radioastronomía ha hecho hincapié en la búsqueda de la vida inteligente en el universo así como de la captación de sonidos provenientes de muy lejos en el tiempo, sus dominios se expanden más allá de la óptica.

La invención de la radioastronomía nos permite la transposición de las frecuencias del espacio por medio de la configuración de transductores de frecuencias, que pueden transformar las señales emitidas desde un espectro electromagnético a otro en el que podemos escucharlo. Somos ahora capaces de detectar las ondas sub, ultra e infrabajas (algunas de los cuales se emitieron 380.000 años, justo después del Big-Bang!) y así podemos investigar acerca de la conexión entre la tierra y el cosmos a través de las emisiones de radio.

Por medio de la resonancia de sonidos recogidos, y gracias a la identidad en hertz de la frecuencia sintonizada, podemos identificar las estrellas que emiten la misma frecuencia que las vibraciones geológicas terrestres.

En este momento trabajamos con el cerro Bramador:

“El cerro Bramador (655 m.s.n.m.) se ubica 27 km al NW de Copiapó y se encuentra constituido por rocas volcánicas e intrusivas, correspondiendo las primeras a meta-andesitas y brechas de edad Cretácico temprano, las cuales se encuentran instruidas por monzodioritas y dioritas de edad Cretácico temprano tardío. En su flanco occidental y casi en su cumbre, se encuentra una duna de pequeñas dimensiones, de arenas pardas, finas. La particularidad que tienen estas arenas es que cuando se las perturba al caminar, emiten un bramido (de ahí el nombre del cerro), el que se mantiene hasta el momento en que las partículas se detienen. Este fenómeno sólo se da en arenas cuyos granos tienen ciertas características, como su alta esfericidad, que al avanzar como avalancha tienden a sincronizan sus movimientos, provocando frecuencias audibles (70-105Hz) más varios armónicos altos. Sin embargo, su explicación sigue siendo tema en investigación.”

La búsqueda simbólica de resonancias entre la tierra y el cielo, cotidiana entre los pueblos primitivos, llevan a los poetas sonoros a recoger los sonidos grabados en «caracoles de sonido», en referencia a los antiguos instrumentos andinos precolombinos que sonaban subrayar la resonancia entre el mar y el cielo. Que eran ofrendas a los dioses o entre las culturas. Estos colectores de sonido llevarán los objetos sónicos recogidos por los investigadores, que irán a dar los radiotelescopios para que sean enviados al espacio exterior.

Los sonidos grabados por micrófonos, serán recogidos en forma de «objetos sonoros», que a continuación se filtrarán y se amplificarán en el espectro. Ellos serán almacenados en cintas magnéticas que se posarán dentro de los caracoles y más tarde serán llevadas a los radiotelescopios para ser emitidas hacia el universo. Se mezclarán así sonidos telúricos y los sonidos siderales dentro de los caracoles.

La historia se construirá con la prospección real llevada a cabo por los investigadores. Los sonidos que «a priori» no existe, sean perceptible y permanezcan, ya que se trata de frecuencias graves que son casi «inaudibles» por los seres humanos.

Algunas de las frecuencias vibratorias de la montaña están en un registro electromagnético casi imperceptible para el oído, pero que el cuerpo lo siente o presiente. Por lo que algunas vibraciones tienen que aumentarse, filtrándose o armonizándose con el fin de ser escuchados por los humanos, plantas y animales de acuerdo a su frecuencia perceptiva. Un trabajo de transposición y espacialización es necesario así para reconstruir y transponer estos sonidos en su mayor fidelidad.

Nuestro próximo paso es enviar estos sonidos tectónicos al espacio sideral gracias a antenas emisoras; cuyos miembros se encuentran interesados por comunicar al interespacio nuestros sonidos más íntimos: los telúricos.

[1] Martin Bakero es doctor en psicopatología por la universidad de Paris VII y trabaja en hospitales psiquiátricos y grupos clínicos. Es miembro del Centro de Investigaciones en Psicoanálisis y Medicina en la Universidad de Paris VII y ha impartido clases en diversas universidades. Su poesía, una experiencia esencialmente “en vivo”, invita a un trance donde la lectura se transforma en vida al buscar los vasos comunicantes entre poesía y alucinación. Ha perpetrado junto a otros poetas el movimiento “Reévolution Poétique” y ha creado la “poesía pneumátika” basada en la capacidad de dar vida a los objetos a través del soplo poético, la “electropneumática” ocupando objetos electroacústicos basado en lo protoverbal, la “acusmántika” (acousmantike) y «acusemántica» basada en crear el significado con el sonido por medios espaciales. Forma parte de proyectos musicales y poéticos tales como Pyramides, Laboratoire, Disautonomía, Motor Nightingale, Buzos Tácticos, pnEUmAtIkOs y The Synchronizers. Siempre buscando los vasos comunicantes entre la poesía y la realidad, elaboró el concepto de la terapia como un arte. Así, hizo nacer el concepto de “terapoeta” y la asociación del mismo nombre. Desde hace unos años explora lo que él llama Arte Telúrico, en la cual trabaja con sonidos del interior de la tierra gracias a instrumentos y captores acusemántikos.