Dos conversaciones sobre narrativa hipertextual

Autor: Carlos Labbé ((Carlos Labbé es Licenciado y Magíster en Literatura por la Universidad Católica de Chile. Es autor de la hipernovela Pentagonal: incluidos tú y yo (http://www.ucm.es/info/especulo/hipertul/pentagonal/), y de las novelas Libro de plumas (2004), Navidad y Matanza (2007) y Locuela (2009). Compiló el libro Lenguas (dieciocho jóvenes cuentistas chilenos) (2006), es coeditor de Sangría Editora, trabaja de editor en Editorial Planeta Chilena y dirige la revista electrónica de crítica literaria Sobrelibros.cl.))

(Universidad Diego Portales, Santiago, Chile)

E-mail: [email protected]



El hipertexto se define por su mutabilidad. Aunque no sólo cambia su uso y ha pasado a llamarse multimedia, hipermedios o texto colaborativo sucesivamente, la discusión sobre su posibilidad de volverse literatura es constante. Y así como el ámbito técnico de los computadores personales sigue afectando a las formas de la escritura –nos olvidamos de la caligrafía, los escritores han dejado de serlo para convertirse en generadores de contenidos, diariamente se escriben millones de mensajes electrónicos y así la nuestra se vuelve una era de grafomanía cuanto más analfabetos hay–, los centenares de artículos, reportajes y estadísticas del ámbito académico y el periodismo no logran definir de manera exacta el quiebre en las prácticas tradicionales de lectura que se produce cuando un texto literario es leído a saltos electrónicos y fragmentos breves en una pantalla, ya no con el discurrir de las páginas de papel.

A continuación comparto dos entrevistas por correo electrónico en las que desarrollo estas reflexiones, intentanto reproducir el efecto de ese diálogo entre un autor que se convierte en corresponsal y un lector que lo suplanta como usuario de una posible literatura hipertextual.


1. Respuestas al periodista César Coca, publicadas parcialmente en el diario madrileño El Correo, el 12 de enero de 2005.

¿Es la literatura hipertextual un simple experimento de interés filosófico y académico o, por el contrario, plantea cambios revolucionarios que un día no muy lejano afectarán a la misma esencia del relato?

A pesar de que es un experimento cultural intrínsecamente elitista –no olvidemos que a internet accede no más del 3% de la humanidad–, creo que la literatura hipertextual es una variante ortodoxa de los cambios que ya se están produciendo en los relatos con que la humanidad se percibe a sí misma, desde el cine y la televisión hasta el videojuego. Con el adjetivo “ortodoxa”, me refiero a que la hipertextualidad no cambia la naturaleza textual de la literatura, y por ello no cambia la materia con que trabaja, que son las palabras, aunque sí discute la linealidad de la narrativa que se impuso con la novela decimonónica francesa y rusa.

¿Le parece que es más factible el uso de Internet para la difusión de una obra literaria convencional –como lo que hizo Pérez-Reverte por ejemplo con alguna de sus novelas, colocándola antes en la red que en las librerías– que para la difusión de obras hipertextuales?

Creo que los casos que mencionas apuntan a distintos fenómenos. Es cierto que con internet se hace más fácil saltarse el proceso de publicación tradicional que implica la edición, distribución y difusión de una obra, pero el poner una obra convencional en la red significa resignarse a que muy pocos te lean, a menos que ya tengas un público que te busca, sea en papel o en pantalla, como debe ser el caso de Pérez-Reverte. Por otra parte, internet es el único medio de difusión para las obras hipertextuales, que por su carácter dinámico están concebidas en y para el soporte electrónico, aunque siguen teniendo pocos lectores. Será interesante cuando un escritor consagrado se atreva a componer una obra hipertextual (y su contrato editorial lo permita).

¿Están los lectores preparados para una lectura no lineal de un relato? Y, en el caso de que lo estén, ¿el hecho de que esa lectura se plantee necesariamente ante un ordenador –y no en el parque, en la terraza de un bar, en el metro…– cambia la misma esencia de la relación entre el lector y el relato?

Esas son dos preguntas fundamentales para entender las posibles proyecciones en el tiempo de la literatura hipertextual. Mi modesta experiencia, con los cuatro o cinco amigos que se han dado el trabajo de leer mi hipernovela, es que se necesita una predisposición distinta a la novela que uno lee fascinado entre las sábanas de su cama una noche de lluvia, porque es otro formato, al que sólo se puede acceder en una pantalla. No es extraño que la aparición de la literatura hipertextual haya provocado la aparición de una especie de “análisis corporal” del fenómeno de la lectura; es decir que, para mirar la literatura hipertextual, se recurre casi naturalmente a observaciones nostálgicas sobre el placer del libro, como si éste se fuera a acabar irremediablemente. No hay que olvidar que los japoneses ya tienen libros electrónicos y que las nuevas generaciones poco a poco desarrollan una relación de fascinación fetichista con las pantallas, ya no con los libros. Y sobre la relación entre lector y relato, creo que a los análisis fenomenológicos de la lectura de Iser, por ejemplo, es necesario integrar el concepto de interactividad para comprender la narrativa hipertextual; tal concepto se acerca a la teoría del Cyborg, pues incluye aspectos biológicos, de teoría del conocimiento, programación e interfases mecánicas.

Finalmente cabe también una pregunta de orden cultural: por qué los anglosajones y escandinavos escriben, publican y consumen tal cantidad de hiperliteratura (Eastgate Systems, entre otras editoriales electrónicas, es todo un negocio) y los hispanoamericanos apenas tenemos una decena de hipernovelas en internet.

¿Y el autor? ¿Cómo cambia el esquema mental de un autor cuando debe abrir caminos diferentes en su relato, que llevan a situaciones distintas y a finales distintos? Supongo que no puede ser lo mismo imaginar una historia con un final –aunque sea abierto– que muchas historias que conducen a muchos finales a partir del mismo arranque…

No puedo hablar en nombre del Autor, sólo lo haré desde mi caso particular. Creo que la narrativa hipertextual afecta principalmente el relieve estructural de una obra, y no tanto el proceso creativo ni el estilo. Me refiero a que para escribir una novela, sea hipertextual o textual, construyo someramente una línea narrativa de personajes, principio, clímax y desenlace, pero no planifico al detalle cada proceso narrativo, de manera que la escritura de esa línea narrativa me sorprenda con improvisaciones, giros inesperados, personajes que se toman el relato, voces que reclaman contar la historia, en fin. La novela convencional requiere un tiempo de siembra y otro de cosecha que yo diría es el tiempo más esforzado, puesto que se requiere sobre todo orden y claridad para sacar de la novela final muchas cosas, dejar una narración más o menos dispersa y variable, según las necesidades expresivas de la misma novela, y labrar una superficie estilística que aúne o disperse las estrategias narrativas. La novela hipertextual, en cambio, necesita mostrar en lo posible sus vísceras, exponer sus vínculos narrativos, semánticos, léxicos, gramaticales, metafóricos o de cualquier otro tipo para proponer relaciones textuales físicas y que el lector se anime a modificar la línea narrativa a voluntad.


2. Respuestas a Daniel Sánchez, estudiante de la Universidad de Georgia, Athens, Estados Unidos, el 10 de agosto de 2006.

Hablemos sobre su obra. ¿Cómo empezó a interesarse en la hipernarrativa?

El año 2000, estudiando un magíster en la Universidad Católica de Chile me encontraba buscando bibliografía sobre el fragmento como estrategia textual y di con el ya canónico libro de George Landow, Hipertexto. Pronto me encontré estudiando el fenómeno de la literatura en internet más allá de la discusión teórica: como una posibilidad de experimentar con la narrativa.

¿Qué limitaciones encontró?

Al principio fue fascinante comprobar la inmensa cantidad de artículos en inglés y castellano que revisaban distintos aspectos de la hipertextualidad literaria. Sin embargo, al cabo de una revisión más o menos exhaustiva me di cuenta de que la mayoría se limitaba a describir hipertextos fundadores –notoriamente Afternoon: a story, de Michael Joyce–, a discutir sobre las novelas precursoras de la multilinealidad y a la estéril polémica sobre si los medios electrónicos reemplazarían al libro. En cambio, la producción de hipertextos literarios era –y es– poca y bastante pobre en términos de calidad y expresividad literaria, y nadie parece querer darse cuenta de eso. Ni hablar de crear saberes, estudios o metodologías específicas al hipertexto literario. Todavía no los hay.

Sobre hiperliteratura y escritura no lineal, ¿qué diferencias encuentra entre escribir narrativa tradicional –lineal– y escribir una hipernovela?

Me parece que las diferencias son las mismas que uno puede encontrar entre escribir ensayo y dramaturgia, o poesía y novela. Para mí la hipernovela es un subgénero de la narrativa –como el poema épico, la novela, el cuento, el microcuento, la crónica, entre otros–, y no solamente un formato. Como el microcuento se diferencia estrictamente por su extensión y la crónica por la naturaleza no ficcional de su historia, la hipernovela usualmente se reconoce por dos características: la multilinealidad y la interactividad. La primera de alguna manera es compartida por la novela, desde la Biblia, El Quijote o Tristram Shandy se ha trabajado el fragmento y el montaje como estrategias narrativas; la segunda es propia y exclusivamente el rasgo que la define, a mi parecer: que el lector sea activo en su organización discursiva material, no ya sólo en la interpretación y recepción. La interactividad posibilita y promueve de alguna manera la multilinealidad y la polifonía, no al revés. Creo que una hipernovela que explore formal y metaformalmente su propia interactividad logrará esa calidad literaria que se hecha de menos en casi todas las que he podido leer.

¿Han cambiado los roles de lector y autor? ¿Cuánto?

En el hipertexto literario estos roles no han cambiado de lugar, pero sí se puede decir que el lector por primera vez comparte con el autor parte del proceso creativo. Siempre será el autor quien proponga los límites y condiciones de la experiencia literaria, sin embargo en el hipertexto la experiencia literaria requiere organizar el texto en la misma lectura, instancia de la que se ocupa el autor en los otros subgéneros narrativos.

¿Se podría hacer un paralelo entre la hipernarrativa de finales del siglo XX e inicios del XXI y el modernismo de finales del XIX e inicios del XX, en referencia al cambio que se atrevió a proponer, a la reticencia inicial con que se encontró, y –tal como sucedió con el modernismo y Rubén Darío–, tener una posible fecha de muerte?

Es posible establecer ese paralelo, sobre todo si uno elige ignorar transitoriamente ciertas condiciones históricas y epistemológicas notorias, sobre todo en lo que cabe a que la tecnología nunca ha sido ideológicamente neutra. Hoy es muy distinto al pasaje del siglo XIX al XX, cuando hubo gran resistencia cultural a los medios de transporte o a la aparición de los medios de comunicación masivos, por ejemplo, junto con una tremenda fascinación por ellos, casi metafísica. Internet se ha asimilado con relativa naturalidad en el reducido mundo occidental letrado, y sin embargo no ha tenido un impacto fundamental en las prácticas literarias, como sí lo tuvieron en el XIX los diarios, con el desarrollo y auge que el folletín le dio a la narrativa.

Creo eso sí que la narrativa hipertextual es transitoria, y por ello está destinada a desaparecer en una forma artística que todavía no podemos imaginar, pero que también fagocitará los videojuegos y las experiencias colaborativas de la red. De hecho, lo que será puesto a prueba en esa forma por venir es la misma noción épica-aristotélica de narrativa, en beneficio de una especie de cotidianidad sinestésica colectiva y seudoficticia. Me imagino una mezcla entre los MUD, el MSN y The Sims, donde más que novela estaremos escribiendo dramaturgia en tiempo real.

Hablemos de los antecedentes globales del hipertexto. El uso de herramientas multimedia para la narración, ¿es una moda, experimentación o inicio de un nuevo formato?

Es el inicio de una nueva manifestación artística que parte del cine, del videojuego y de la hipernarración, y que no es estrictamente literatura.

Borges, con “El jardín de los senderos que se bifurcan”, es mencionado en investigaciones de diversos países como un ejemplo inicial del uso del hipertexto. ¿Qué opina usted?

Creo que Borges es el iniciador de la narrativa contemporánea y del hipertexto, también de lo que llamamos literatura posmoderna. Sin embargo, si entendemos bien sus cuentos, por ejemplo, Borges no origina nada, sino que reúne tradiciones semejantes y a la vez lejanas: impone la anacronía referencial y literaria como estrategia creativa, donde Lull se puede encontrar con el I-Ching, el panóptico de los místicos con el laberinto griego y Bloy con Swedenborg. Borges no fue el primero en plantear nada, pero sí fue el primero en vindicar la imaginación analítica como método narrativo e histórico.

¿El realismo mágico de García Márquez y el postmodernismo de Cortázar se pueden tomar como antecedentes de la hipernarrativa latinoamericana?

Me parece que el realismo mágico es más bien una variante exótica de romanticismo, por lo cual remite a un centro metafísico y humanista que no tiene relación con el hipertexto. Rayuela fue un intento fallido de Cortázar por enlazar la narrativa hispanoamericana a la larga tradición de multilinealidad y procedimientos lúdicos de la narrativa francesa y anglosajona. Fue un intento fallido porque en realidad Cortázar no hizo un trabajo de multilinealidad y proto-interactividad, sino que maquilló su tematismo –el existencialismo que en realidad estaba en el centro de su trabajo literario, no la reflexión formal– con apariencias de estrategias que tomó prestadas del Oulipo.

Con respecto a Latinoamérica, la hipernarrativa, net-art y multimedia, donde estamos los que somos y somos los que estamos (Condiciones extremas de Juan B. Gutiérrez (Colombia), Dolor y viceversa de Blas Valdez (México), WordToys de Belén Gache (Argentina) y Pentagonal de Carlos Labbé (Chile), ¿se está formando un canon de hipernarrativa en nuestro continente?

Creo que nuestras hipernarraciones tienen tan pocos lectores que no sería relevante hablar de canon, pues tal término implicaría una comunidad literaria que discute su propia historia y normativa, discusión que tendría implícita la coerción de un saber sobre otro. Por el contrario, creo que por ahora los textos que mencionas son esfuerzos solitarios que sólo se podrían poner en relación a la obra de cada uno de sus escritores y luego a sus campos culturales respectivos. Puede ser una ventaja o una carencia propia del formato: el hipertexto no puede existir sin una colaboración estrecha entre autor y lector, por lo que se hace difícil la conformación de un dominio especializado –académico, comercial, farandulesco– que medie entre ellos.

¿Qué significa que editoriales como Letras en Línea en Chile y LimbØ en Argentina promuevan la hipernarrativa?

No conozco el caso argentino que mencionas, sólo te puedo hablar de Letras en Línea, que no es precisamente una editorial, sino un sitio web académico –de la Universidad Alberto Hurtado– que incluyó la hipernarrativa en sus contenidos sólo porque dos de sus colaboradores se interesan en ella.

En términos editoriales y de medios de prensa, el hipertexto no tiene ninguna validez, sólo porque no se le ha descubierto uso comercial (todavía). Entiendo que en una cultura como Estados Unidos puede subsistir Eastgate como editorial, que es el único caso que considero interesante revisar; no estoy demasiado interiorizado en cómo funciona, pero me parece muy sugerente que sea una empresa anfibia entre el software y la academia.

¿Qué implica que temas como la escritura no lineal y el hipertexto se lleven como cursos de las escuelas/facultades de ciencias de la comunicación, computación/informática, ciencias sociales y periodismo, y no en literatura?

Implica que el hipertexto está siendo analizado sólo como un nuevo medio de comunicación, como un formato interesante para la información y el debate. Implica también una ceguera por parte del ámbito académico de la literatura, que no ha querido o podido ver que se hacen muy necesarios estudios de teoría literaria, narratológicos, retóricos, fenomenológicos e ideológicos de la literatura –y de la escritura en general– producida en internet.

¿Existe una hiperliteratura latinoamericana comprometida?

Si con esta pregunta te refieres a una hiperliteratura que esté al servicio de un ámbito diferente a la literatura misma, mi respuesta es no. No, porque tal cosa es una aporía. Si alguna vez en Latinoamérica se dijo que existía eso se trató de propaganda, de periodismo o de discurso político, no de literatura.

La brecha digital existente en Latinoamérica, ¿influirá en el desarrollo de la hiperliteratura?

Claramente. Por un asunto estadístico: de cien personas en Chile, diez leen libros. Y de estas diez personas que leen libros, sólo una es capaz de considerar el computador como un medio donde se puede escribir una ficción hipertextual. (Y estoy siendo optimista con las cifras).

¿Se podría llegar a considerar la hipernarrativa como un formato elitista para los cibernéticamente cultos?

Lo es. Pero insisto: sólo en términos estadísticos. No hay que confundir cifras con relevancia artística y cultural. ¿Qué es más importante que imaginar la potencialidad expresiva de un medio donde millones de personas interactúan diariamente sin conciencia de los límites de ese medio?

¿Siente que existe una sensación de que la hipernarrativa es considerada un arte menor?

No es un arte. Como señalé anteriormente, es un subgénero literario. Y en la literatura no existen las cosas mayores o menores: queda sólo lo relevante.

¿Cuál es el futuro de la hipernarrativa? ¿Se mezclará con los juegos interactivos y realidad virtual? ¿En qué cambiará el concepto de cultura, literatura y arte en los próximos años?

Sospecho que el videojuego (y el cine) ya fagocitó muchos experimentos que la hipernarrativa hizo con multilinealidad. Sin embargo, la literatura –la hipernarrativa– posee una característica que ninguna otra manifestación tiene: la posibilidad de ponerse en el lugar de otro, de adquirir la polifonía como capacidad de escuchar. La disciplina del respeto y la consideración. Y eso es un efecto de la lectura. Por eso la lectura es fundamental, ahora y siempre, y no creo que pierda su campo de interés. Todo lo contrario.

Finalmente, una pregunta tonta. Hiperliteratura, realidad virtual, juegos y videos interactivos… Fahrenheit 451, The Matrix Trilogy, Star Trek the New Generation, 1984, Brazil, ¿hacia dónde vamos como sociedad?

Hacia una mayor percepción de que la tecnología no es neutra. Hacia una mayor capacidad de crítica de los grupos de poder que quieren usar esa tecnología para medrar. Hacia una mayor capacidad de leer las tramas que nos involucran; y hacia una mayor posibilidad de interactuar con ellas. Hacia la realización de una prótesis mental, mnemónica y comunicacional que nos convertirá a largo plazo en otro tipo de seres vivos.


Citar como: Labbé, Carlos. “Dos conversaciones sobre narrativa hipertextual.” Revista Laboratorio 0 (2009): n. pag. Web. <http://www.revistalaboratorio.cl/2009/04/dos-conversaciones-sobre-narrativa-hipertextual/>