Encuentro en Münster con Isabel Lipthay

Autora: Sol Marina Garay C. ((Sol Marina Garay C. es Licenciada en Filosofía de la Universidad de Chile y Doctora en Literatura Europea de Universidad Autónoma de Madrid. Su Tesis Doctoral se titula “Memoria y exilio en la obra de autores chilenos exiliados en Alemania (1973-1989): una apertura al otro”. Ha sido becaria de la Fundación Andes (2005-2007) y becaria de CONICYT (2008-2011). Ha participado en congresos y coloquios relativos a temas de literatura, filosofía, estudios culturales y latinoamericanos.))

(Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, España)

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A finales del año 2009, tuve la oportunidad de iniciar un enriquecedor diálogo con la escritora y periodista chilena Isabel Lipthay ((Isabel Lipthay (1951), escritora, cantante y periodista chilena, vive en Münster desde 1983. Ha publicado en Alemania dos libros: Seltsame Pflanzen und andere Lebensbilder / Curiosas plantas y otros sueños (1995) y Die Begegnung / Aquel Encuentro (1998), en los cuales se reúnen poesías, relatos e, incluso, una obra de teatro. Ambos libros han sido publicados por la editorial alemana UNRAST en versión bilingüe (castellano/alemán). También ha publicado algunos poemas, relatos o artículos periodísticos en revistas y antologías de diferentes países como Alemania, EE. UU., Hungría, México y Chile, entre otros. Actualmente, forma parte del Dúo Contraviento junto a Martin Firgau, cuyo sito web es www.contraviento.de)). Durante aquel invierno me encontraba realizando una estancia de investigación en el Ibero-Amerikanisches Institut de Berlín con el objetivo de recabar información relativa a la producción literaria del exilio chileno vivido en Alemania ((Puesto que Alemania se encontraba dividida en dos Estados independientes hasta 1989, esta investigación se centró en la producción literaria surgida tanto en la antigua República Democrática Alemana (RDA) como en la República Federal Alemana (RFA).)) entre 1973 y 1989, un movimiento literario en el cual estuvieron involucrados escritores chilenos muy connotados actualmente, pero que por aquellos años recién comenzaban a incursionar en el mundo de la literatura, como es el caso de Roberto Ampuero, Carlos Cerda, Omar Saavedra Santis, Víctor Carvajal o Antonio Skármeta, por nombrar sólo a algunos. ((Más detalles acerca de esta investigación en: Garay C., Sol Marina, “Memoria y exilio en la obra de escritores chilenos exiliados en Alemania (1973-1989): una apertura al otro”. Tesis Doctoral. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 2011.))

Asimismo, esta investigación me dio la posibilidad de conocer la obra literaria de autores chilenos que estuvieron exiliados en Alemania, pero que comenzaron a publicar sus obras recién a partir de la década de los noventa tanto en Chile como en Alemania, como es el caso de Isabel Lipthay (Alemania) o Pedro Holz (Chile). En la obra de estos autores encontramos una literatura del post-exilio que, sin dejar de retratar aquellas experiencias complejas vividas durante el destierro, plantea un constante diálogo con el presente y una permanente interpelación al lector a ser consciente de su historia y de su memoria. En la obra de Isabel Lipthay, el tema de la memoria, el impacto del exilio, la apertura al otro y el diálogo entre culturas son motivos habituales. En su literatura podemos observar la sutil mirada de una mujer que reconoce en su literatura una doble pertenencia, la cual se expresa en la continua referencia a su raíz cultural chilena y a esa otra raíz que ha comenzado a sembrar en Alemania.




¿Qué te motivó a salir de Chile en 1983 y venir a Alemania?

Bueno, no me vine en forma voluntaria. Creo que mi motivación principal era escapar de la locura y escapar del peligro físico. Entonces tenía una amiga en Münster, que había llegado dos años antes que yo. Por eso, llegué a Münster, a Alemania. Pero no fue mi “patria elegida”. Lo único que sabía era que tenía que salir y, bueno, me quedé.


¿Qué idea tenías de Alemania antes de llegar aquí?

¿Qué idea? Bueno, la verdad es que no tenía la menor idea. Yo vengo del sur (de Chile), donde hay muchos alemanes que ya están hace cuatro generaciones. Pero, primero, la cosa de la lengua. Por ejemplo, yo pensaba que tal vez el alemán era fácil, porque yo escuchaba en el sur: “die porotos crecieren und die chanchos engordieren”. Entonces, yo pensaba, debe ser así, que uno entiende, ¿no? Después me vine a dar cuenta de que los alemanes de cuatro generaciones allá habían “chilenizado” bastante. Y, bueno, llegué sin saber una sola palabra y fue muy duro. Pero Alemania era… era la sensación de “vacaciones del miedo”, o cualquier otro lugar. Eso fue, la primera sensación.


¿Cómo viviste el proceso de adaptación en Alemania? ¿Al principio, tu círculo cercano era chileno? ¿Te costó entrar al mundo alemán durante los primeros años?

Bueno, la única persona que conocía era a mi amiga Pilar. Por lo tanto, llegué a vivir a su comunidad de estudiantes. Ella estaba dando su prueba de alemán. Fue muy generosa, no tenía ni siquiera un lugar para alojarme, así que teníamos que compartir la habitación. Y así, después estuve en la cocina de otra alemana, en el salón de otra familia. Hasta que logré tener estudiantes de español, me reconocieron los estudios de periodismo, cuatro semestres, por lo tanto pude entrar a la Universidad a estudiar alemán un año, 20 hrs. a la semana.

En ese tiempo, en el 1983, hubo un gran congreso acá en Alemania (Münster) por motivo de los diez años de la dictadura en Chile. Vino Hortensia Bussi, Clodomiro Almeyda, vino mucha gente importante de la Unidad Popular. Fue fascinante y muy duro, también. Por todas las peleas entre los partidos y entre los que no estaban en los partidos. Muy duro y muy hermoso al mismo tiempo.

Creo que el proceso más importante al principio fue la mudez. Porque, por un lado, yo no podía hablar ni podía entender. Todo era ruido. Yo era una “guagua” de más de 30 años, que emitía sonidos pero que no tenían significado hacia afuera, y desde afuera sólo recibía ruidos. Entonces, se produjo un silencio en mí que comenzó a articularse lentamente, y una nueva lengua para mí que fue el canto. Yo había estado en coros en Chile, yo escribía sobre músicos en Chile. Pero, fue el canto el que me ayudó, primero, a articularme dentro de la sociedad alemana. Empecé a cantar canciones latinoamericanas. Después de eso, comenzó el proceso de escritura en poesía y en prosa, y abandoné lentamente el periodismo.


A partir del exilio, ¿comienzas a cuestionarte aspectos de tu existencia, de tu vida, que antes no hubieras discutido? Es decir, ¿al estar enfrentada a un mundo ajeno se produce un cuestionamiento de tu identidad?

Al principio fue el sentimiento de pérdida. El sentimiento de estar siempre con la cabeza mirando hacia el sur, con dolor de cuello por estar mirando hacia el sur e idealizando mucho todo lo que era Chile, aún bajo dictadura. Porque era el año 1983. Después, sentir que todo en Alemania era horrible, era frío, era una lengua espantosa, yo no sabía para qué a las ocho de la mañana tenía que estar estudiando lo verbos que se dividen. Las declinaciones a las ocho de la mañana, mientras había nieve y estaba oscuro, lo encontraba absurdo. Pero sabía que era la única manera para poder integrarme, para poder quedarme, porque si no terminaba en un año ese curso de alemán, me echaban de Alemania. Entonces, la cosa estaba muy clara. Por lo tanto, tenía que aprobar en un año todo y lo aprobé, a duras penas. Entonces, claro, me empecé a cuestionar la identidad, qué diablo, qué cosa amorfa era yo, en qué me había convertido, en qué me estaba convirtiendo. Porque al estar en contacto con tantas otras culturas (en mi ciudad, Münster, viven más 140 naciones) y esto de estar estudiando alemán entre más de 20 nacionalidades en una sola sala, en que me prohibían juntarme con la gente que hablaba castellano, era muy doloroso. Los sentaban en la otra punta de la sala. Por lo tanto, todo, todo era en alemán.

El no poder hacer las cosas mínimas, al principio, como ir a comprar el pan. Las caras duras de la gente, porque en Nordrhein-Westfalen la especialidad es el expresar poca amabilidad, eso es lo que yo interpreté en ese momento. Después con los años, me fui dando cuenta de que había unas cosas en esta mentalidad que son muy loables, como que el sí es sí y el no es efectivamente no. Y hay una lealtad en la amistad que es muy profunda. Pero esos fueron procesos lentos. Primero, fue la pérdida y después fue el sentimiento: “ahora gano”, porque vivo entre dos culturas. Yo puedo tomar lo mejor de la cultura chilena y latinoamericana, y lo mejor de esta cultura. Y el sentimiento, también, de ser latinoamericana, aquí.


¿Cuándo aparece la escritura dentro de tu panorama vital? ¿Habías escrito antes de salir al exilio o nace la escritura literaria en el exilio?

La escritura, como escritura, comenzó con los diarios de vida a los 11 años. Es decir, escribir para mí fue siempre un proceso constante. Después, el periodismo lo elegí, también, porque podía escribir lo que yo quisiera. El trabajar en la parte cultural, escribir sobre música, sobre teatro, sobre literatura, que eran los tres tópicos, bajo la dictadura. El obligarme a escribir sobre ella y sobre las personas, los actores de estas manifestaciones, con un lenguaje tan metafórico. Y yo, a la vez, escribiendo metafóricamente para que no me “pegaran el palo”, como me lo pegaron también, como a todos los periodistas. Al director de mi revista, pues, lo metían a cada rato preso, nos censuraban la revista, nos publicaban sólo las fotos o no nos publicaban los artículos. Es decir, fue un ejercicio constante. Y todo lo que yo escribí paralelamente al periodismo, en Chile, está guardado por ahí.

Después, fue un sentimiento, al llegar a Alemania, lento. Un proceso lento de decir: “yo ya no quiero ser periodista, yo quiero escribir lo mío, quiero decir lo que está pasando y lo que me está pasando, lo que estoy viendo”. Creo que tenemos una responsabilidad con nuestro tiempo y con nosotros mismos, porque no podemos seguir. No era, por supuesto, el mismo proceso que hicieron lo autores que llegaron inmediatamente después del golpe, porque yo “me mamé” diez años bajo la dictadura. No era la cosa contingente, pero era el saber que en Chile seguían sufriendo y que yo podía respirar. Entonces, así comenzó el proceso de escritura.


¿Cómo es la relación entre el escritor chileno y el mundo editorial alemán? ¿Cómo fue tu experiencia personal? Y ¿cómo percibiste la relación entre autores latinoamericanos que vivían en Alemania y el mundo editorial?

Bueno, después de unos años empecé a conocer a otros autores latinoamericanos en Alemania y formamos ALA (Autores Latinoamericanos en Alemania). Ya no sé cuándo fue, hace diez o quince años atrás. Walter Lingán, un escritor peruano que vive en Colonia, y yo, formamos este movimiento y empezamos a invitar a otros, a hacer encuentros en diferentes ciudades. Pronto nos dimos cuenta de las dificultades. Bueno, primero nos dimos cuenta de nuestras propias dificultades para publicar y que la mayoría de los que estaban participando no habían publicado nunca. E, incluso, muchos siguen no publicando, pero escriben. Entonces, para mí fue en asunto de suerte. Porque yo encontré una editorial en esta ciudad, que era una editorial de izquierda, la cual aceptó mis textos. Y ahora, después de haber publicados dos libros y de haber publicado cosas mías en muchas publicaciones diferentes, en muchos países diferentes y, también, diferentes lenguas, tengo la sensación que yo no voy a publicar otro libro hasta que no sea realmente bueno. Estoy trabajando en eso, estoy trabajando en profundidad.

El mundo editorial en Alemania es muy, muy duro. Porque pasó el boom latinoamericano de los sesenta, pasó todo el movimiento político de los setenta y comienzos de los ochenta en que Latinoamérica era vista como un lugar donde muchos alemanes encontraban su utopía en la realidad, en la práctica, o en la resistencia. Por ejemplo, una de mis primeras tareas fue hacerle clases a los brigadistas alemanes que se iban a hacer trabajos voluntarios a Cuba o a Nicaragua, fue muy interesante para mí. Pero eso desapareció. Ahora, Latinoamérica desaparece del mapa europeo. Ahora lo que importa es el Este, y Latinoamérica se ve como salsa, el fenómeno de la fiesta, o el turismo. O el comercio, por supuesto.


¿Cómo definirías el impacto de la lengua alemana en tu creación? ¿Escribes habitualmente en español o en alemán?

Al principio, como te dije, fue la mudez. Demoré mucho hasta comenzar a escribir, incluso en mi propia lengua. Yo escribía en mi cuadernito, nada más. Pero hasta que me atreví a mostrar lo que estaba escribiendo, pasaron varios años. Y, por supuesto, no se me habría ocurrido intentar escribir algo en alemán, para mí era un lengua inaccesible, que me alcanzaba para sobrevivir. Pese a que yo fui muy constante, estudié muy bien y fui rápida en aprender la lengua. Creo que también por esta diferencia que vivieron los primeros que llegaron aquí después de la dictadura, en que seguramente muchos de ellos no querían aprender la lengua por el deseo rápido de volver a Chile, por el deseo de no integrarse en esta sociedad, que es muy comprensible. Para mí fue un proceso diferente, y para los que llegamos después. Yo sabía que tenía que aprender rápido esta lengua, si quería hacerme entender. Y la urgencia de explicar determinadas cosas al público alemán, me obligo a escribir directamente en alemán. Como el primer poema: “Seltsame Pflanzen” (“Curiosas plantas”), que yo misma lo traduje al castellano y me quedó muy mal. O, el primer cuento que yo escribí: “Die kleine Weihnachtsgeschichte” (“Pequeña historia de navidad”), que lo escribí para un programa de radio y lo escribí directamente en alemán. Por supuesto, siempre alguien me tiene que corregir. Pero la mayoría sigo escribiéndola en castellano y alguien tiene que traducirlo. Porque sigue siendo mi piel primera y la lengua alemana es la piel segunda. Me ha pasado también escribir cosas en inglés y esa, ya es mi piel tercera.


¿Podrías decir que el lector implícito a quien escribes sería el mundo alemán, el mundo chileno o el encuentro entre estos dos mundos? ¿Tienes claro a qué lectores apelas con tu literatura?

Yo escribo para mí, en primera instancia, yo escribo para mí. Digamos, yo saco para fuera lo que tengo, que tiene que ver con lo que recibes tú de afuera en términos políticos, en términos sociales, en términos amorosos, en términos de la vida cotidiana. Entonces, se produce una diferenciación. Por ejemplo, cuando estoy en la nostalgia está claro que estoy pensando en Latinoamérica. Cuando estoy hablando de los extranjeros que están echando en este país, como está pasando ahora con los Sinti y los Roma, estoy escribiéndole solamente a los alemanes. O, cuando veo el muro de Europa como sube y crece y crece mucho más alto que el Muro de Berlín, y el muro entre Israel y Palestina, que es un muro invisible. O el muro entre EEUU y México, entonces escribo pensando en Europa. Pero, en primera instancia es sacar para fuera, sacar para fuera lo que me pasa a mí. El lenguaje es diferente, es muy diferente. Porque yo me doy cuenta, cuando escribo sobre los que van a echar, que son de mi misma ciudad, que son 302 Sinti y Roma que los pueden echar en cualquier momento. En acciones en las cuales hemos participado todos juntos, para que ellos tengan el derecho a quedarse, para que no los devuelvan otra vez a Kosovo, pues vienen de una guerra espantosa. Van a llegar allá y los van a rechazar, como los han rechazado siempre. Porque ellos no tiene ningún lugar en el planeta, los Sinti y los Roma, que nosotros llamamos “gitanos”. Entonces, también les escribo a ellos. Ese es otro lenguaje, es un lenguaje diferente siempre.


¿Crees que la experiencia del exilio ha marcado tu literatura y que el hecho de compartir dos memorias culturales ha enriquecido tu obra?

Primero que todo, yo no sé si yo soy exiliada. Creo que el término “exilio” tiene muchas aseveraciones, creo que el primer significado alude a cuando alguien tiene que irse de su territorio, porque no puede quedarse allí. Bueno, ese fue también mi caso después de 10 años. Pero, no fue el mismo caso que vivieron las personas que habían sido horriblemente torturadas y que si se quedaban los mataban. Esa urgencia no fue el caso mío, pero fue una urgencia de decir “si me quedo, me vuelvo loca”. Por diferentes razones, también había estado presa, no tenía trabajo y tenía muchas presiones…

Por supuesto que se ha enriquecido la escritura, en esto de vivir entre dos culturas diferentes. Después viví un tiempo en EE.UU., hice clases ahí dos semestres y me di cuenta de que yo puedo tomar también elementos de esa cultura de California, en un Estado que es muy ecológico y, a la vez, muy ignorante de lo que pasa en el mundo. Me di cuenta de que yo, en el fondo, podría empezar en cualquier lugar del planeta, absolutamente en cualquiera. Si en este momento me dicen, tú puedes empezar en China, tú puedes empezar en la India, tú puedes irte a Canadá, no sé, yo me voy, porque estoy abierta. Porque siento que para la escritura, por supuesto, es una riqueza magnífica. Pero también, el sentimiento de que en todas partes, en todas partes del planeta hay gente magnífica y son las personas las que hacen que tú tengas un sentimiento de patria, de territorio. Porque mi territorio va conmigo.


¿Cómo era la relación entre los artistas, escritores o trabajadores culturales chilenos exiliados en Alemania hasta 1989? ¿Existía un diálogo entre los que vivían en la RFA con aquellos que estaban en la RDA?

Yo viví, en ese tiempo, bastante lejos de la antigua RDA. Münster y la RDA estaban bastante lejos. Fui una sola vez a la RDA y fue bastante complicado entrar, había que pedir Visa, cambiar dinero, etc. La verdad es que no tuve contacto con los escritores que vivían allá. Tenía contacto con amigos que se habían ido a vivir a la RDA, cantantes y una bailarina, pero no con escritores. Y aquí hasta el año 1989, la verdad es que no nos comunicamos demasiado. Porque estábamos cada uno tan ocupados con esto de aprender la lengua, con sobrevivir, yo ni siquiera sabía qué otros autores chilenos vivían en Alemania. A parte de Skármeta, que había sido mi profesor en la universidad, en Periodismo. Con él me tocó varias veces hacer actos en la RFA, donde él leyó y Martin y yo cantamos, por ejemplo. Y fue un encuentro de mucha ternura. Lo otro ha sido el enseñar a mis propios alumnos de español, por ejemplo, la literatura de Skármeta y películas de él. Pero, así directamente no.


En la RDA, la ciudad de Rostock fue un importante centro de desarrollo de la cultura latinoamericana. ¿Podrías decir que en la RFA existía, también, una ciudad en particular donde hubiese un mayor movimiento alrededor de la cultura latinoamericana?

Bueno, digamos, había muchos grupos. En Münster había grupos importantes que estaban apoyando políticamente a Chile, fueron los primeros. De hecho ese congreso gigantesco que se hizo después de los 10 años de la Dictadura, fue organizado por ese grupo de alemanes. Ahora, hay diferentes grupos o hubo diferentes grupos, y existen todavía algunos que están apoyando a la cultura latinoamericana. Pero, no podría decirte si había una ciudad específica. Yo sé que en Hamburgo, sé que en Berlín, no sé si en Munich, tal vez en Colonia, no lo sé. Pero, en Hamburgo y en Berlín si sé que hubo grupos importantes que apoyaron… Pero, en general, eran grupos que apoyaban proyectos de ONGs. Nosotros mismos estábamos apoyando a la revista Análisis o grupos de mujeres. No era tanto el apoyo cultural como el apoyo directo a grupos en los países latinoamericanos. O como los brigadistas, que antes te explicaba, que iban a trabajar a Cuba o a Nicaragua.


“… y una comienza a olvidarse de las palabras. Ves un pájaro y te preguntas ¿cómo se llamaba ese pájaro? Te angustias todo el día hasta que llegas a tu casa por la noche y corres al diccionario ¡ah, zorzal! Y te puedes dormir tranquila. Por eso escribo: para rescatar mi lengua, mi cultura, mis raíces. Para no olvidar los zorzales” (Seltsame Pflanzen/Curiosas Plantas, contraportada)






Citar como: Garay, Sol Marina. “Encuentro en Münster con Isabel Lipthay .” Revista Laboratorio 5 (2011): n. pag. Web. <http://www.revistalaboratorio.cl/2011/12/encuentro-en-munster-con-isabel-lipthay/>