Ezequiel Alemian

Ezequiel Alemian nació en Buenos Aires en 1968. Publicó poesía (La ruptura, la devastación, Siete poemas, Me gustaría ser un animal), narrativa (El síndrome de Bessalko, Intentaré ser breve) y textos varios (Rayar, Diario del Mundial – Alemania 2006). Es miembro fundador del Club de Admiradores de Emeterio Cerro.

Ezequiel Alemian was born in Buenos Aires, 1968. He has published poetry (La ruptura, la devastación, Siete poemas, Me gustaría ser un animal), fiction (El síndrome de Bessalko, Intentaré ser breve) and other texts (Rayar, Diario del Mundial – Alemania 2006). He is a founder member of Emeterio Cerro fan club.

 

Así como hay un lenguaje del periodismo deportivo, o del periodismo político, o policial, inflamados de una retórica que los legitima, también hay un lenguaje del periodismo financiero.

El mundo económico se detenía durante unos minutos cada vez que Alan Greenspan, presidente del Banco Central estadounidense, emitía sus periódicas observaciones sobre el estado del dinero. Eran discursos prácticamente indescifrables. A cada pronunciamiento suyo seguían días de intenso debate sobre lo que había querido decir, sobre el sentido que había que otorgarle a cada frase emitida.

A fines de 2001 yo trabajaba como editor de temas financieros en un diario de economía de Buenos Aires. 2001 es el año de la quiebra del sistema bancario argentino y del ataque a las Torres Gemelas.

Inmediatamente después del 11 de septiembre, empezaron a aplicarse una serie de medidas destinadas a identificar e interrumpir los flujos de dinero que financiaban las actividades de Al Qaeda y otra larga serie de organizaciones clandestinas. Se difundieron decenas de comunicados con instrucciones para las entidades de todo el mundo. Esas comunicaciones contenían abundante información fáctica sobre los que se suponía podían ser miembros integrantes o apoyos de el talibán.

Era obvio que las instrucciones y la información buscaban identificar a las personas. Sin embargo, también era claro que mucha de esa información era falsa, porque había sido proporcionada precisamente para que quienes operaban no pudieran ser identificados.

Las imágenes de los aviones incrustándose en las torres, repetidas hasta el hartazgo, no perdían su carácter de incredibilidad, a pesar de lo cual, o tal vez por eso, habían terminado por provocar una suerte de embotamiento. ¿Cómo abrir grietas en esa cerrazón que proponían las imágenes? ¿Con qué herramientas desmontar esa técnica de atontamiento y fascinación?

Guardé, busqué y acumulé durante varios años esas comunicaciones internas, de procedimiento. Cada tanto las observaba y las leía, sin saber muy bien qué y cómo interrogarlas.

Las palabras tienen una energía. Una energía que no emana necesariamente de su sentido, ni de su materialidad sígnica, o sonora. La poesía visual trabaja con esa energía. La identifica, la pone de relieve, la aisla. Crea nuevos circuitos de distribución, circulaciones diferentes.

 
 

El Talibán (fragmentos)

Los textos que siguen fueron desarrollados a lo largo de varios años a partir de documentos públicos, oficiales y privados, vinculados con el 11-S y la “cuestión afgana”.

Desde el principio consideré este proyecto como un desafío esencialmente periodístico. Está dedicado a mis colegas Gustavo Izus y Federico Silvapintos.

Los textos que siguen se titulan:

1. Origen: Paquistaní
2. Zelig
3. Señas particulares
4. Notas al pie (diario de una corresponsal de guerra)
5. Ubu en Kabul
6. Poema de amor para Aysel Senguen
7. Últimas palabras de Madelaine Sweeney, azafata
8. Sin título
9. Guantánamo (primer listado)