Introducción

Escritura Conceptual, Conceptualismo, poesía o escritura del intelecto, poesía alegórica, poesía no original (unoriginal), poesía no creativa (uncreative), escritura por procedimientos, poesía experimental, poesía a través de otros medios, poesía no expresiva, etc., etc., etc.

Tanto se ha dicho (y escrito) sobre el Conceptualismo o Escritura Conceptual (Conceptual Writing por su denominación original en inglés) que curiosamente, definirla para así poder discriminar qué es y que no es Conceptualismo, se hace cada vez más difícil y confuso. Confuso y a la vez ambiguo, porque si bien, pareciera ser que todos los que actualmente practican el Conceptualismo entienden perfectamente en teoría de qué se trata, en la práctica, nos daremos cuenta a través de sus obras que dicho entendimiento está volcado, de una forma rizomática, hacia las más diversas y extrañas direcciones.

¿Es posible entonces dar con una definición operacional? Para eso habría que remitirse a sus orígenes. Obviamente, el Conceptualismo toma su nombre del Arte Conceptual de los 60s y 70s y como tal, se centra fundamentalmente en la idea de la obra y no en la manufactura o en el consumo del objeto de la obra. La Escritura Conceptual es una escritura alegórica y por esta razón es un tipo de escritura que no necesita ser leída. El objetivo aquí es construir hacia una idea, mediando entre el objeto escrito (que puede ser o no un texto) y el significado del objeto, enmarcando la escritura como un ente figurativo, el cual debe ser narrado.

El Conceptualismo no apela a la originalidad. Por el contrario, intencionalmente emplea tácticas que eliminan el yo y el ego, usando lo no original, lo no creativo, lo ilegible, la apropiación, el plagio, el fraude, el robo y la falsificación como sus preceptos; utilizando el manejo de la información, los procesadores de textos, las bases de datos y el procesamiento extremo como metodología; más el aburrimiento y la inutilidad como su ethos. Utiliza el lenguaje como material, como proceso, como algo que puede ser arrojado a una máquina para que ésta la plasme en la página, sólo para que pueda ser desechada y reutilizada una vez más.

“Inventado” hacia finales de los 90s por dos escritores patafísicos canadienses (Christian Bök y Darren Wershler) más un poeta norteamericano que venía del mundo del arte (el escultor Kenneth Goldsmith), el Conceptualismo surgió como una especie de salvación para estos escritores que veían sus respectivos campos como callejones sin salida. Provenientes de una tradición de arte y crítica, con fuertes inclinaciones hacia la poesía concreta y sonora, mezclaron sus intereses y obsesiones para crear una nueva forma de escritura al tiempo que Internet se masificaba.

En las palabras del mismísimo Kenneth Goldsmith: “¿qué tiene de malo la creatividad? ‘La creatividad siempre es útil’ ‘El mundo necesita transformarse en un lugar más creativo’ ‘Si sólo las personas pudieran expresarse creativamente, serían más libres, más felices’ ‘Para ser creativo, relájate y deja volar la imaginación’ ‘Un escritor original no es alguien que no imita a nadie, sino alguien a quien nadie puede imitar’… Cuando nuestras nociones de lo que es considerado creativo se vuelven tan trilladas, tan pauteadas, tan sentimentales, tan degradadas, tan romantizadas… tan poco creativas, es tiempo de correr en la dirección contraria. ¿Necesitamos realmente otro poema ‘creativo’ acerca de cómo la luz del sol ilumina tu mesita de escribir? No.”

La presente muestra no pretende ser una antología. El objeto de este dossier es simplemente mostrar algunos ejemplos del Conceptualismo que se viene desarrollando en diversas partes del globo, como también dar cuenta y reconocer ejemplos aislados, los que por diversas razones han surgido casi espontáneamente sin necesidad de estar plenamente conscientes del movimiento. La idea es seguir ampliando y cuestionando la definición y el registro. “Problematizarlo” al decir de la academia, sin perder de vista que este movimiento o tendencia ya estaba en pleno funcionamiento, incluso muchísimo antes de que fuera finalmente “descubierto” o bautizado.

También se pretende resaltar el hecho de que este tipo de literatura, original e innovadora (¡?), si bien es valorada, respetada, seguida y ampliamente estudiada en otros países, no goza de mucha popularidad en Chile, lo cual resulta paradójico, ya que éste es uno de los países que ha aportado significativamente a este movimiento y a su desarrollo, a través del importantísimo trabajo de pioneros locales, los que muchas veces han sido subestimados.

La muestra incluye trabajos de conceptualistas de renombre internacional. Fuera de los fundadores (Bök, Place, Fitterman), también están algunos de los practicantes actuales más destacados de América del Norte y del Sur (Beaulieu, Rawlings, Gallagher, Uribe, Boglione), más interesantísimos representantes europeos (Bergvall, Rinne, Leibovici, Lichtenstein, Hallberg). También están presentes las nuevas generaciones, los llamados Post-conceptualistas (Low, Melgard, Dowling, Cabell) y por su puesto, practicantes locales y latinoamericanos, los cuales no necesariamente suscriben al movimiento, pero cuyos trabajos pueden perfectamente ser vinculados con ésta estética (Vicuña, Pesutic, Almonte, Meller, Alemian, Katchadjian, Domeneck).

Nada más que decir, salvo abrir el dossier dejando una pequeña pista o consejo: no olvidar que las palabras acá son tratadas como objetos y que no existe distinción ética o estética entre palabra e imagen.

Espero que disfruten de esta selección, tanto como yo disfruté haciéndola.

Carlos Soto Román
Filadelfia, PA
Abril-Mayo, 2013