La escritura de Malvinas y sus parámetros. Una lectura de Sobrevivientes de Fernando Monacelli

The Malvinas´s writing and her parameters. About Fernando Monacelli´s Sobrevivientes

 

Autores: Fernando Manuel Suárez1 y Joaquín Correa2
Filiación: Universidad Nacional de Mar del Plata
Email: [email protected] y [email protected]

 

RESUMEN
En el año 2012 se cumplieron en Argentina 30 años del fin de la Guerra de Malvinas. En ese marco, una novela ganó un popular premio: Sobrevivientes, de Fernando Monacelli, Premio Clarín de Novela. A partir de la recuperación de una encuesta realizada en la calle durante el conflicto bélico y dada la distancia temporal, las siguientes notas indagan sobre los debates no clausurados del nacionalismo argentino.
Palabras clave: Malvinas, escritura, nacionalismo, historia, ficción.

ABSTRACT
2012 was the 30 th anniversary of the end of the Falklands War. This year, also, a novel won a popular prize: Fernando Monacelli´s Sobrevivientes, Clarin Novel Prize. The following text inquires about open discussions of Argentine nationalism from one street quiz during the war till the content of that novel.
Keywords: Malvinas, writing, nationalism, history, fiction.

 

i.
Carlos Gamerro sostiene que “la guerra de Malvinas fue, en principio, una guerra de ficción: ficción imaginada por la dictadura y escrita por la revista Gente” (Gamerro 5). En su número del 8 de abril de 1982, Gente publicaba una encuesta titulada “¿La Argentina debe entrar en la guerra?”, donde las personas que encontraban en la calle -y la calle es, a juzgar por los empleos y profesiones de los entrevistados, la clase media- respondían por “sí”, por “no” o por “no sé”. La Argentina ya había invadido las islas: era un debate ya resuelto, una pregunta retórica, y lo que se jugaba en esas respuestas era más bien las nociones de “soberanía” y “nación”, entre otras grandes palabras, y su valor. Podemos pensar que ése es el último debate, por inconcluso, del nacionalismo argentino del siglo XX, del nacionalismo del incipiente XXI: entrar o no en la guerra, entrar o no en la lógica bélica, pensar a la nación y a la identidad desde el territorio y el lenguaje. Este último punto se erige, de alguna manera, como la reactualización excéntrica del debate del Centenario. ¿Qué implicaba, entonces, responder esa pregunta de Gente en la calle?

Las respuestas en Argentina fueron: 15 personas por el NO, 12 por el SÍ y 2 por el NO SÉ; mientras que en Gran Bretaña fueron: 6 personas por el NO, 16 por el SÍ y 7 por el NO SÉ. Quedémonos de este lado: en Argentina la gente en la calle respondió que el país no debía entrar en guerra. Lilian Lecina, 23 años, empleada, dice que no, que “La gente está muy confundida. Cree que ir a una guerra es ir a un mundial de fútbol” (Gente 78)3, mientras que Noemi López, 29 años, fabricante de carteras, dirá que sí, que “No podemos entregarles algo que consideramos muy nuestro y sobre todo después de haberlo recuperado. Creo que tenemos que tratar de encontrar alguna salida diplomática para evitar la guerra. Pero si por ese camino no resulta, tendremos que hacerlo por la fuerza” (Gente 78). Carlos Alsina, arquitecto de 34 años, no vacila: “Que existan dudas sobre este tema me sorprende; desde ya creo que hay que defender nuestra soberanía a cualquier precio. Yo soy de la reserva y en estos momentos me dirijo a ofrecer mis servicios para cualquier cosa que se necesite. Es una responsabilidad que me nace de muy adentro” (Gente 79). Miriam Del Aquila, estudiante de 25 años, está un poco confundida, dirá “no sé” “pero si no nos ponemos de acuerdo como patriotas, tenemos que defender como sea lo que por derecho consideramos que es nuestro” (Gente 78). José Raúl Falcón, un empleado de 24 años que práctica el pragmatismo dirá que no, que “si no tenemos resultados por la vía diplomática, tenemos que retirarnos de las Malvinas. Si vivimos 150 años sin ellas y sin muertos, sigamos así hasta encontrar una solución pacífica” (Gente 78), y será secundado en esta postura realista por Osvaldo Sibets, despachante de aduana de 49 años: “No podemos ir a una guerra con Inglaterra. Es lo mismo que si mi hijo de 8 años quiere enfrentarse conmigo. La flota inglesa tiene 300 barcos, ¿cómo vamos a ir a una guerra con ellos? Sería un suicidio.” (Gente 79)

La ética del coraje sobrevuela estas palabras: la imposibilidad del “echarse atrás” se repite una y otra vez. Humberto González, comerciante de 45 años es terminante y en él se resume toda esta posición: “No podemos aflojar, ya que lo hicimos, hay que seguir. Sino ¿cómo quedamos ante el mundo? Esto estaba por hacerse. Ahora ya está. Y por el apoyo internacional yo no me preocupo tanto porque creo que muchos nos van a terminar ayudando”(Gente 78). La invasión a las islas parecía estar en el aire, formar parte de la fatalidad del ser argentino: “esto estaba por hacerse”, en algún momento iba a ocurrir. Ser responsables, apoyar a las fuerzas y sus decisiones, defender la soberanía nacional: ahí está la definición del ser patriota. Con la distancia temporal, denunciar mediante la uniformidad de los argumentos, sus alcances y parámetros la evidencia de un control y una manipulación de la opinión pública es tarea sencilla. Pero más arduo debe haber sido correrse de esa lógica y plantarse en la férrea duda o en la vereda del no.

Algo se deja traslucir en algunos testimonios cuando se enfocan en el aquí y el ahora: “Si nos quedamos este hecho será algo muy positivo, va a ser una forma de unir al pueblo de una vez por todas” (Gente 79) dice temerario un comerciante de 24 años que lleva por nombre Miguel Ángel Putt, algo que de alguna forma replican, desde la posición contraria, Eda Giménez, secretaria de 19 años: “Tenemos muchas cosas que resolver aquí” (Gente 78) y Gabriel Kogan, técnico químico de 19 años: “Hay que defender la soberanía pero este no es el momento adecuado. Tenemos muchos problemas internos en el país: económicos y sociales. Y ahora pasa esto” (Gente 79). El aquí y el ahora: literalmente, el proceso de reorganización nacional.

ii.
Parece imposible escribir ficción sobre Malvinas sin reparar en Los pichiciegos. Fernando Monacelli lo intentó hacer en 2012 (30 años después) y fracasó. Sobrevivientes, tal es el título de una predecible novela ganadora del Premio Clarín, utiliza el mismo procedimiento narrativo -un diálogo con un interlocutor velado durante gran parte del texto que se va haciendo explícito más allá de su primera mitad- para intentar dirigirse en otra dirección, aparentemente un tanto distante de lo habitual. El argumento podría resumirse de la siguiente manera: en el año 2007 y en medio del agudizamiento del calentamiento global, un helicóptero encuentra en terrenos antárticos un bloque de hielo a la deriva con un balsa para veinte personas pero sólo habitada por tres tripulantes del ARA Crucero General Belgrano. Uno de ellos, el soldado raso, el colimba, el representante de “los chicos de la guerra”, llevaba un diario del desastre, donde escribió el frío y el futuro de su hijo por nacer. A partir de ahí, su anciana madre querrá recuperar a ese nieto y para ello recurrirá a una afamada periodista por su intrepidez y entrega a la vocación. En fin, intrigas políticas y emotivas habrán de desplegar esta búsqueda a partir de un diálogo con una señora española que, descubriremos más tarde, es quien compró al nieto perdido y le puso “Iñaki” para criarlo con su pareja, otra mujer.

El contexto donde todo esto sucede, a riesgo de pecar por repetitivo, son los 25 años de la guerra de Malvinas, escrito o publicado durante el otro aniversario, los 30 años, fecha en la cual, sin haber mediado la guerra, Inglaterra se comprometía a devolver las islas, tal como sucedió con la colonia China de Hong Kong. Si pensamos que se llevó las palmas y loores del Premio Clarín de Novela 2012 esperaremos alguna crítica al Gobierno (la distancia que quiso lograr Monacelli no lo aleja de esta vinculación: el referente del aniversario es el mismo) en cuanto a su manejo de la cuestión Malvinas. Y en esa clave podemos leer frases como estas: “La política es juntar poder, la lucha sindical es juntar poder, el gobierno es juntar poder” (Monacelli 137), y en esa clave podemos leer la novela toda. Y ésa es una vía. Cada relato de Malvinas, y esto es lo más importante que revela tal vez Sobrevivientes, está muy atado al contexto de escritura. Monacelli no puede escapar a las críticas al gobierno ni a los recursos del morbo periodístico tan de moda para construir su trama mientras que Fogwill, el grandioso Fogwill, escribió lo que parece una obra fuera del tiempo. Y por eso, entre tantas otras cosas, no se puede escribir sobre Malvinas sin Los pichiciegos. Porque todavía no le ha llegado su tiempo.

Si queremos escribir un texto sobre Malvinas a partir de Sobrevivientes, fracasaremos. Porque la cuestión Malvinas se ha disuelto en un mar de cosas que ni la indulgente contratapa termina de describir ni calificar. Hay algo, sin embargo, interesante en lo que detenerse, precisamente a partir de esa misma disolución de la figura del combatiente de Malvinas: el héroe despojado de lo heroico es sólo ya una muerte, una baja en guerra que en el presente se manifiesta en tanto deuda, de índole tal vez moral. Es ése el momento de lucidez plena del texto: el cuestionamiento del vínculo entre la víctima de guerra y lo heroico:

Si uno se detiene delante de esos campos de cruces ve un sinfín de héroes pero ningún acto heroico; apenas el denominador común de la muerte en la guerra. Son héroes por generalizaciones, no le sirven a nadie, más bien molestan como una deuda de la que no se recuerda el origen. Pero sin duda no todo lo que allí hay enterrado es lo mismo. Bajo cada cruz hay una historia, la mayoría serán historias sin actos heroicos ni grandes humillaciones, muertos normales, que perdieron la vida en un campo de batalla remoto y helado, pero al mismo tiempo son muertes rodeadas de incertidumbre porque fueron unificadas bajo una palabra que terminó vaciada de contenido. . . . Yo la escuchaba, señora, pero mi atención se hundía con el peso de mi tesis sobre el “heroísmo de marketing” (como se me ocurrió llamarlo en ese momento), el heroísmo como primera víctima de la guerra, sobre la liviandad con que los muertos se convierten en héroes. (Monacelli 34-35)

Esta novela no pudo haber sido escrita cerca del teatro de los acontecimientos, donde todo combatiente era un héroe. Que se cuestione ese vínculo entre la muerte en guerra y la heroicidad nos habla de la distancia temporal, de la desacralización de la contienda. Que se transforme la figura del joven soldado en una deuda es el paso del tiempo, es la no resolución de algo. ¿De qué tipo de deuda estamos hablando? ¿Moral? ¿Económica? ¿Política? Estamos de nuevo en la cuestión Malvinas: los ex combatientes, el no reconocimiento de la sociedad, los suicidios. Sobrevivientes quiere hacer otra cosa pero trabaja con los mismos materiales de siempre.

iii.
Sobrevivientes, de Fernando Monicelli, es la última novela sobre la guerra de Malvinas, que reactualiza no sólo las preguntas sobre la causa sino los debates que traía aparejados. Las discusiones y los pareceres en torno a la identidad nacional parecen estar ceñidos a ciertos lugares comunes, asentados sobre supuestos esencialistas, difícilmente interpelados por el devenir de los procesos históricos, incluso en el caso dramático de una guerra. A pesar de la evidencia histórica que denuncia la empresa bélica de Malvinas como inviable, demencial y en manos de un gobierno ilegítimo, la causa que la motivó parece quedar inerme, irredenta ante los mismos datos. El paso del tiempo podría hacernos augurar una distancia equivalente al nivel de los modos de pensar y los sentimientos ligados a ellos entre los testimonios recogidos por Gente y la escritura de la novela: sin embargo esto no sucede. Ahí está la clave: ése es el debate no clausurado del nacionalismo y la identidad nacional. Y, podríamos aventurar, no ha sido aún definido porque se sigue estando bajos los mismos parámetros esencialistas, que obturan toda posibilidad de ponerlos en cuestión.

Bibliografía:

GAMERRO, Carlos. “El último pichiciego”. RADAR, 29 ago. 2010: Impreso.
MONACELLI, Fernando. Sobrevivientes. Buenos Aires: Alfaguara. 2012. Impreso.

“¿La Argentina debe entrar en la guerra?”. Gente. 8 abr. 1982. 10: 78-81. Impreso.

[1]Fernando Manuel Suárez nació en Mar del Plata, Argentina, en 1987. Es Profesor en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata y, actualmente, se encuentra cursando la Maestría y el Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de la Plata. Se desempeña como becario doctoral del CONICET y participa del grupo de investigación “Actores y Poder en la Argentina, siglo XX” dirigido por la Dra. Marcela Patricia Ferrari (UNMdP-CONICET). Ha publicado artículos y reseñas en diversas revistas, algunos de ellos en coautoría. Mail de contacto: [email protected]

[2]Joaquín Correa nació en Mar del Plata, Argentina, en 1987. Graduado como Profesor en Letras por la Universidad Nacional de Mar del Plata, actualmente se encuentra realizando la Maestría en Literatura de la Universidad Federal de Santa Catarina.  Bolsista Capes, orientando del Dr. Jorge H. Wolff, trabaja en el NELIC (UFSC) y en el grupo de investigación dirigido por el Mag. Edgardo H. Berg “Literatura, política y cambio” (UNMdP) Ha publicado artículos y reseñas en distintas revistas. Mail de contacto: [email protected].

[3] Las encuestas reunidas en “¿La Argentina debe entrar en guerra?” fueron realizadas en Bueno Aires y Londres. El texto y las fotografías fueron publicadas sin firmas. Optamos por atribuírselas al colectivo de la revista Gente.