Por otro comienzo final. Entrevista a Enrique Vila-Matas

Autor: Pedro Donoso ((Pedro Donoso es Licenciado en Filosofía de la Universidad Católica de Chile, con posgrados en Estudios Culturales en Goldsmith’s College, Londres, y en la Universidad de Cambridge. Desde hace años, colabora con distintos medios y fines escritos.))

(Barcelona, España)

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Uno de los libros que este año ha despejado el camino hacia una zona fértil y vigorosa en la narrativa en lengua castellana es Dublinesca de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948). Mezclando espacios, ensoñación y memoria, el escritor barcelonés se cita con James Joyce a través de Samuel Riba, el editor que protagoniza la novela y que tras su jubilación debe replantearse el sentido editorial de su existencia. A través de la figura de este hombre hecho a base de libros, el relato pone en juego un momento crepuscular en su vida. Con lucidez Riba se pregunta sobre su destino a través de las fuentes literarias que jalonan su biografía, dando lugar a una fructífera coincidencia entre el desarrollo de un texto y el despliegue de la existencia. Se podría decir que, más que la literatura como una forma de vida, Dublinesca concibe la existencia como una forma literaria.

De manera inevitable, a medida que Riba revisa el manuscrito de sus años, se va convirtiendo en un unreliable narrator, alguien que tiene la incertidumbre como principio rector y que mezcla inevitablemente sueños, proyectos y realidad. “Tiene Riba tendencia a leer la vida como un texto literario y a veces a ver el mundo como una maraña o un ovillo”. Interesado en darle un nuevo giro a la confusión que lo embarga, el protagonista decide entonces viajar desde Barcelona a Dublin para celebrar un ritual que el mismo planifica: “el funeral, siempre demorado, de la literatura como arte en peligro”. Y, a continuación añade Riba: “Aunque en realidad la pregunta sería: ¿qué peligro?”

Vila-Matas, escritor de un humor velado e irrepetible, transforma la aventura de Riba en una mezcla de viaje interior y epopeya unipersonal. Según transcurre la visita a la capital irlandesa van apareciendo personajes fantasmales provenientes de las páginas de Joyce, extraños familiares que se mezclan con personas reales. Descolocado por estos espectros y al mismo tiempo confundido por la impresión que le dejan los sueños que lo visitan, la novela adquiere cierto aire gótico, aunque sin tomarse nada a la tremenda: “lo apocalíptico exige ser tratado sin excesiva seriedad”.

Ahora, si es interesante pensar que la literatura es un ejercicio circular que crea el mundo que leemos a nuestro alrededor, creando además al propio lector, hay que tomar en consideración también cómo se ha visto afectada por los cambios introducidos por las nuevas tecnologías. Como personaje, Riba –un jubilado ilustrado que tiene que lidiar además con las declaraciones budistas de su mujer y la punzada del alcoholismo que lleva combatiendo durante dos años– se plantea preguntas que merodean en la cabeza de muchos de los que vivimos en estos días virtuales, de horas solitarias perdidos en la red entre hipertextos, encerrados y expuestos al mismo tiempo. De todos estos temas quisimos preguntarle a Vila-Matas que amablemente accedió a enviarnos sus respuestas, nada más regresar de la celebración del Bloomsday en la capital irlandesa.




¿Qué le pareció todo el ritual del Bloomsday? Este tipo de celebraciones, ¿no le recuerdan de algún modo a las prácticas de las grandes religiones del libro que viven de la representación de los pasajes contenidos en un texto revelado? ¿Se puede considerar el Ulysses como la Biblia del escritor?

El ritual del Bloomsday viene de 1954 y tiene unos orígenes seguramente económicos, de reclamo turístico. En todo caso, en ese primer día de Bloom, participó Flan O’Brien, que fue un gran escritor, lo que me impide ver mal los inicios posiblemente algo folklóricos de esa fecha… Que Ulysses sea o no la Biblia del escritor depende de cada uno. Mi Biblia, por ejemplo, no es el libro de Joyce.


Ahora, Dublinesca se articula en torno a una serie de rituales mortuorios, principalmente, el funeral o despedida de la “era Gutenberg”, en contraposición a la muerte del autor. Se trata de una situación propiciada por el “salto tecnológico” que supone la aparición de Internet y la sustitución del libro impreso por la publicación digital. ¿Cuál es su pronóstico respecto a la actual situación provocada por el cambio tecnológico? ¿A qué funeral / fin de época nos aproximamos?

Riba cree que, como su mundo se acaba, se acaba también todo lo que le ha rodeado a él y piensa, al jubilarse, que la era Gutenberg está en las últimas. Tiene razón al pensar que todo está mal (cada vez los lectores se interesan por mayores imbecilidades y compran libros más analfabetos), pero precisamente, al celebrar Riba el funeral por la literatura, la reaviva.


¿Representa Internet la disgregación del autor, la llegada del autor coral, aquel que ya no necesita escribir y sólo le basta con “cortar y pegar”? ¿Cómo ve usted el ejercicio de la escritura en este escenario cambiante?

No lo sé, nadie lo sabe, se irá viendo. Hay demasiado miedo a los cambios. Con los cambios siempre pueden llegar cosas interesantes.


La pregunta por el “salto tecnológico” necesariamente va aparejada con las nuevas posibilidades de orden experimental. ¿Qué valor concede usted a la escritura “experimental”? ¿Qué sentido tiene para usted el término “experimental” y hasta qué punto se relaciona con la introducción de nuevos elementos tecnológicos?

La ficción es experimentación, creo que decía Cheever. Cuando la ficción deja de ser eso, deja de ser experimentación, deja de ser ficción. Uno nunca escribe una frase sin sentir que nunca se ha escrito de esa manera, y que puede que incluso la sustancia de la frase no se haya sentido nunca. Cada frase es una innovación. O habría de serlo.


Por otra parte, uno de los mecanismos más presentes en Dublinesca es la intertextualidad, que crea un espacio literario por el que deambula Riba, el protagonista. A su vez, el Ulysses es uno de los ejemplos máximos de mecanismo intertextual. ¿Estamos frente a una novela cuya clave nunca puede depender de sí misma? ¿Una novela auxiliar, por decirlo de cierta forma?

Dublinesca la han leído centenares de personas que no han leído Ulysses y se han sentido –lo atestiguan en multitud de e-mails y cartas– impresionados por el libro. Se puede leer sin apoyo de Joyce ni de nadie. Esa es la gracia. Como clásico que puede llegar a ser Dublinesca lo que ha hecho es captar el espíritu de Ulysses de Joyce, el espíritu de un clásico anterior. ¿No es la misma operación que hizo Joyce con la Eneida?


Uno de los aspectos más entretenidos de Dublinesca es la gestación de un espacio-tiempo muy singular. Al respecto, ¿le parece relevante pensar en la influencia del “stream of conciusness” en la configuración de este tipo de narración?

Lo que posiblemente hay es influencia del surrealismo en su estado más puro. Maurice Nadeau así lo supo ver en libros anteriores míos. Y Nadeau es una autoridad en surrealismo, la máxima influencia del surrealismo y también tal vez del siempre sinuoso discurso de lo inconsciente. La tercera parte de Dublinesca juega con un tipo de intuiciones y de sombras muy propias de la zona de incertidumbre en la que, a partir de un momento, comienza a desarrollarse la acción. Nada acaba explicándose. En este sentido, mi novela no resuelve ningún caso policial ni nada por el estilo. No es, quiero decir, una novela negra sueca… En cuanto al espacio-tiempo del que usted habla, creo que Eduardo Lago, caballero de la Orden del Finnegans a la que pertenezco, lo ha visto muy bien ese espacio-tiempo cuando habla –cito de memoria– de la importancia de los Hikikomoris en Dublinesca, la importancia de esta gente, ya que, gracias a ellos, yo –o el narrador– parezco haber comprendido, con una mezcla de terror y fascinación, que, más que morir, la literatura se ha trasladado a unas coordenadas que desdibujan la noción de espacio-tiempo en que estábamos acostumbrados a movernos…


¿Se puede pensar la novela como un fenómeno específicamente urbano, una narración que surge de la vida en la ciudad y que es comprendida por los lectores que la habitan?

No necesariamente. Porque se puede pensar la novela de mil maneras aún no pensadas, ¿no le parece? Novelas, por ejemplo, que no pasen ni en la ciudad ni en el campo. Esas formas de novela aún no pensadas o creadas me parecen las más interesantes.


En su literatura lo francés solía ser tener más peso. Ahora comprobamos que habla usted del salto inglés. 1) ¿Qué desafíos supone este cambio? y 2) ¿Cómo mide usted el peso de un contexto nacional / territorial en el ejercicio de la literatura? ¿Puede usted hablar de Barcelona como propiciadora de algún aspecto de su propia vida como autor?

1) Ningún desafío en especial. 2) Me gustan las prosas apátridas. 3) Vivo en Barcelona, escribo sobre el mundo.


Llama la atención que siendo Irlanda una isla de pocos habitantes haya producido tan alta cantidad de escritores de peso, desde Jonathan Swift a esta parte. ¿Se aventura a ofrecer alguna explicación?

Sólo se me ocurre ésta: que el talento se contagia. Y que allí la literatura es vista como una actividad normal.


Por último, a partir de la lucha que sostiene el protagonista con su alcoholismo, ¿cómo se debe considerar la relación entre el alcohol y las letras? ¿Podemos hablar de compañerismo? Lo digo porque, a diferencia de las drogas, a las que se les presupone cierto impulso creativo, el alcohol es, tal vez, un momento de anulación liberadora. La resaca parece ser la única fase más creativa de la ebriedad ¿o no?

Antes encontraba la fuerza de escribir en la sensación de volver a la vida que le proporcionaba la resaca. Ir paulatinamente encontrándome bien y regresando a la vida me daba un tipo de euforia creativa. Perdone que haga aquí una pausa. Voy a entrar en Spotify para escuchar «Worried About» de la cantante Lissie.

Bien, ya la estoy oyendo. Mire, siendo Dublinesca una novela abstemia, me preguntan cómo lo hago ahora para escribir. Pues bien, obro de la siguiente forma: imagino que tengo resaca y paso a escribir como si tuviera dolor de cabeza y confusión, hago un borrador extenuante y alcohólico. Luego dejo que ese borrador, como si fuera una pintura, se seque. Y vuelvo al cabo de unas horas para ordenarlo todo. Tengo allí, al completo, el material deslavazado de la resaca, pero curiosamente no falta nada, salvo corregir, ordenar, dar sentido, quitárselo a continuación para darle un segundo sentido, más profundo e inesperado. El tercer sentido llega solo. Cuando parece que hace ya rato que se ha secado todo…






Citar como: Donoso, Pedro. “Por otro comienzo final. Entrevista a Enrique Vila-Matas.” Revista Laboratorio 3 (2010): n. pag. Web. <http://www.revistalaboratorio.cl/2010/12/por-otro-comienzo-final/>