La búsqueda de lo esencial a través de la minificción. Entrevista a Roberto García de Mesa

Autor: Darío Hernández1
(Universidad de La Laguna, Tenerife, España)
E-mail: [email protected]

Roberto García de Mesa (Santa Cruz de Tenerife, 1973) es escritor y posee una extensa obra en poesía, teatro, narrativa breve, ensayo y ediciones críticas. Es Licenciado en Derecho y en Filología Hispánica y Doctor en Filología Hispánica con la tesis doctoral titulada El teatro de vanguardia en Canarias 1924-1936 (editada en 2012). Entre sus libros publicados figuran tres colecciones de minificción: Fractales (2005), Visiones desde el marco (2008) y Fisonomías (2014), presentadas por el propio Darío Hernández en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, el 6 de mayo de 2014.

Presentación libro de Roberto García de Mesa, Fisonomías, 26 mayo 2014 (1)
Darío Hernández y Roberto García de Mesa durante su encuentro en el Salón de Actos del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, el 6 de mayo de 2014.

D.H.― Sobre tu obra poética se ha hablado ampliamente en otros encuentros y entrevistas. Mucho menos se ha tratado, sin embargo, tu creación de microrrelatos. ¿Cuándo y cómo comenzó tu interés por la micronarrativa?

R.G.M.― Comencé a escribir desde muy joven, y sí, algo de narrativa breve. Gané algunos premios literarios en la escuela y en el instituto. Obtuve el premio de narrativa Félix Francisco Casanova y el accésit en poesía, también, el mismo año, en la edición de 1995. Tal vez iba por ese camino, pero la poesía lo invadió todo.

D.H.― ¿Cuál dirías que es la cualidad que conecta tus tres libros de minificción con el resto de tu extensa producción literaria?

R.G.M.― Tal vez la investigación sobre la brevedad, la intensidad de algunos acontecimientos, los conceptos esenciales que están sobre nosotros, golpeándonos a diario. Qué sé yo… En un período de mi vida estuve muy preocupado por la síntesis y la búsqueda de lo esencial, que me sirviera para entenderme mejor a mí mismo y lo que me rodeaba, probablemente buscar la belleza desde ahí, desde esos límites. Mis ejercicios de dramaturgia me sirvieron también para ello, explorarlo todo desde la respiración, desde la fragilidad humana, desde el vacío o desde el gesto… Y mi obsesión por el poema breve. Necesité hacerlo para encontrar espacios de confianza dentro de mí, aunque después ya no me importara destruirlos. No me asusta lo efímero, al contrario. Luego, trabajaría sobre la confusión. Lanzarte a la piscina de la confusión conociendo que los límites de lo esencial los has mandado a tomar por c… es lo más importante. Y sí, hay conceptos, estados, recursos que aparecen por aquí y por allá a lo largo y ancho de mis textos. Una larga lista ocuparía más espacio.

D.H.― Fractales, Visiones desde el marco y Fisonomías son tres pequeñas colecciones de minificción que, aparentemente, podrían constituir un único libro. ¿Cuál dirías, sin embargo, qué es lo que los diferencia? ¿Existe algún tipo de evolución entre el primero y el último?

R.G.M.― Sí. Los he concebido como una especie de ciclo. Fractales gira en torno al lenguaje mismo, a la forma en la que me gustaría entender la narrativa breve, verla desde diferentes puntos de vista. Fue una toma de posición. El libro gatea por ahí. En realidad, traté de hacer un breve estudio sobre la fragmentación misma. Un ejercicio, probablemente, metaliterario, entre muchas otras cosas. Buscarme, deconstruirme, armarme en una habitación repleta de espejismos, deformarme y encontrarme en esa imagen o en el detalle mismo de esa imagen. Visiones desde el marco es una puesta en práctica narrativa con historias de ficción más elaboradas. Visiones desde un espacio muy breve o desde el detalle que se abre a otro y este, a su vez, a otro más… y cruzar algo evidente como el tamaño de la brevedad con el de la muerte misma, y que, a través de ello, la brevedad me arrastrara hacia otro lugar. Este juego de dimensiones, tal vez, entre lo físico y lo metafísico es lo que tiene cualquier forma de este tipo que trabaje desde el contenido y no desde el asombro de la brevedad misma por muy anclada que esté en la realidad. Diversidad en la manera de acercarse a los límites, las relaciones entre lo que está y lo que no está, las posibilidades, los equívocos, las maneras de percibir el silencio, la atracción, las excusas, la política, la historia, el azar… Qué se yo… Por último, Fisonomías es una especie de recapitulación de todo lo anterior, pero que hace, probablemente, un especial hincapié en el juego, en la ironía y en la corporalidad física, en las formas de comportamiento físico, en la belleza de la fealdad, en la crisis, en las tensiones ocultas, en las apariencias, en cómo manejamos el tamaño de nuestros egos, pero también en cómo son las cosas o en cómo podrían ser, tal vez, después de vencer los prejuicios. No sé. Hay referencias a diversos micro-momentos de la historia, del cine, de la literatura, del periodismo, de las religiones… También en los otros dos libros. Hay muchas ganas de jugar y de manera muy breve. Todo va muy rápido. Y me pregunto igualmente cómo esos instantes pueden ser decisivos para algo. En fin…

D.H.― Escuchando esto que dices, me viene a la memoria tu microrrelato titulado «El amigo invisible» (Fisonomías), donde tú mismo eres el protagonista. ¿Cuánto dirías que hay de biográfico en tus microrrelatos?

R.G.M.― Me gusta tocar la realidad, pero desde la imaginación, batirla y llegar a otros lugares, algunos inquietantes, por supuesto, pero no tanto desde lo biográfico, nunca me he creído lo suficientemente importante, aunque desde luego tampoco podemos escapar de nosotros mismos. Bueno, todo está conectado, pero… ¿quién sabe? Se ha hablado tanto del yo, yo, yo… Creo que se ha dicho casi todo. Escapar por otra vía, aunque sigamos siendo nosotros mismos. Eso es lo que intento. Abrir caminos a machetazos, tal vez. El problema es que no leemos, perdemos la memoria con enorme facilidad y, en ocasiones, con gran eficacia. Y tenemos la vanidad de pensar que somos los primeros habitantes de este mundo. Habitarlo es solo parte de la historia. Morir por él, es la historia misma. Desearlo solo es literatura. Somos muy frágiles y, en ocasiones, muy ingenuos.

D.H.― ¿Cuál sientes que es tu mejor aliado en la creación micronarrativa, lo que te impulsa a escribir microrrelatos?

R.G.M.― La necesidad del trazo. Pero en cada trazo debe haber detrás un corazón latiendo. La necesidad de buscar en el interior de una mancha de tinta algo que me lleve a otro lugar en segundos. Para mí, un microrrelato es como una mancha de tinta o, por qué no, como una especie de caja china que, cuando la abres, esconde otra, y esta, a su vez, otra, y así… Y no termina nunca. Que el detalle consiga abrirte puertas insólitas, pero vivas, me interesa mucho. Es muy difícil. No sé, todo es intentarlo una y otra vez. He destruido tanto…

D.H.― En las Primeras Jornadas de Literatura y Crítica: Minificción Literaria, celebradas en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en 2008, y donde tuvimos el placer de coincidir, relacionabas la creación de microrrelatos y de minificciones en general con la búsqueda de la esencialidad de las cosas. Desde tu perspectiva de autor, ¿crees que existe, además, alguna vinculación entre el actual desarrollo de lo mínimo en la literatura y las condiciones de vida modernas (velocidad, tecnología…), tal y como algunos críticos e investigadores han señalado?

R.G.M.― Sí, claro. Se habla mucho de ello, ¿verdad? Recuerdo que también debatimos allí sobre el poco tiempo que tenía el receptor de hoy para pensar en lo que leía. Es otra obviedad. Hoy en día, se piensa también colectivamente, en red, unos y otros se ayudan, colaboran en crear comunidades de ideas, desde lo más complejo a lo más simple, y viceversa. También se lee demasiado rápido. La capacidad de reflexión durante más de cinco minutos seguidos se está perdiendo en nuestra sociedad. Me parece que estamos muy dispersos. Incluso tengo la sensación de que el sistema educativo ha bajado su nivel en los últimos años. Es muy triste. Y sí, cada vez hay más personas a las que les interesan estas formas literarias breves… No estoy defendiendo que el microrrelato sea una solución, aunque sí que puede abrir puertas a diversos e imprescindibles lugares de la historia del pensamiento y del arte, ayudar a que el lector sienta curiosidad por lecturas más ambiciosas. Y es que el exceso de información produce a su vez mayores dosis de desinformación, no da tiempo a asimilarlo todo ni a seleccionar. Estoy muy de acuerdo con lo que señalas, en efecto, y es uno de los clásicos aspectos que justifica el asalto de la micronarrativa en nuestros días: el uso de la tecnología. La limitación de los caracteres en las redes sociales, en los móviles, provoca que la tecnología marque unos límites en los procesos habituales de comunicación o de creación o de lectura. Lo interesante de todo ello es que no lo veamos como un fenómeno aislado, sino conectado a todas las demás manifestaciones artísticas. En realidad, es un proceso conjunto, se da en todas las artes y en la forma de mirar el mundo. Pensamos que estamos más cerca del mundo viendo lo que hay en la pantalla del ordenador, pero nos olvidamos de vivir lo que hay fuera de ella. Los cerebros están generando nuevas habilidades, pero es habitual ver personas por la calle conectadas al universo virtual de su teléfono móvil, sin observar realmente lo que les rodea, ni a las personas con las que se cruzan o se sientan, ni siquiera interesarse por ello, salvo cuando es absolutamente necesario. La inteligencia artificial acabará viviendo por nosotros el tipo de existencia que no queremos. Es un síntoma de nuestro tiempo que ha condicionado y está condicionando, ya, una gran parte de la cultura contemporánea.

D.H.― Y ya que hablamos de las condiciones de vida actuales, ¿de qué manera te ha afectado la crisis como escritor? ¿Se te han cerrado muchas puertas?

R.G.M.― La crisis no es extraña para los escritores ni para los creadores, en general. Siempre he vivido en crisis. No necesito mucho para vivir. Así que… Y en lo que respecta a las puertas, siempre he creído que se abren y se cierran, no existe un único camino para solucionar los problemas, afortunadamente. Y si se cerraran todas las puertas de la edición no voy a dejar de crear. Cada cierto tiempo sucede. No escribo necesariamente para publicar y espero que así sea siempre. Me gusta esa libertad. Por suerte, como digo, hoy existen muchas vías para dar a conocer lo que haces. De todas formas, sí que el mundo editorial ha caído en España, y en Canarias especialmente, y los espacios para representar las obras de teatro, el sistema de producción escénica, todo está inundado de una gran precariedad económica… La crisis, los mercados y la gestión política se han cargado una buena parte del débil tejido cultural que existía. Y no es menos cierto que hay problemas básicos, ya de primera necesidad, más importantes en los que pensar: como el hambre, la pobreza, el paro, los atentados, incluso desde los mismos gobiernos, contra los derechos fundamentales y sociales de los ciudadanos, la sanidad, las pensiones, el hundimiento de la clase media, las desigualdades, etcétera. La lista es interminable. Europa está, sigue y continuará devorando a sus hijos. ¿Y qué hacemos? Europa es como una justicia de tipo kafkiano, se transforma siempre en otra cosa. Aunque, en este caso, no es la diosa de la justicia o de la victoria la que se transforma, sino una diosa de la fortuna la que acaba metamorfoseándose en la diosa de la caza. Vivimos en una democracia cosmética.

D.H.― En alguna ocasión has afirmado que Fisonomías es tu último libro dedicado al microrrelato, ¿por qué? ¿Es por eso que concluyes la colección con “Última microhistoria”?

R.G.M.― La literatura siempre me ha puesto contra las cuerdas a lo largo de mi vida. Pero, desde luego, darlo todo es la opción con la que he contado siempre. Y una parte de mí ya está comenzando a despedirse desde este lugar: la micronarrativa. Aún no sé por qué. Quizá charlemos sobre ello en otra agradable conversación como esta, más adelante. Ahora no tengo la más remota idea.

D.H.― ¿Cuáles son tus próximos proyectos?

R.G.M.― En estos momentos tengo varios proyectos que me ilusionan: literarios, de exposiciones, escénicos. Espero que salgan adelante. ■

1 Darío Hernández, Doctor en Filología Hispánica, ha sido Coordinador de la Sección de Estudiantes y Jóvenes Investigadores y Creadores del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. Su tesis doctoral fue publicada en 2013 por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna: El microrrelato en la literatura española. Orígenes históricos: Modernismo y Vanguardia.