Lectura sólo para para desarraigados: diálogo con Ceferino Galán

Autora: Natalia Matzner ((Natalia Matzner,  Máster en Estudios de la Cultura Visual, Universidad de Barcelona y Licenciada en Literatura, Universidad Diego Portales. Profesora del taller de etnografía visual y proyectos autogestionados “Espigadorxs de la Cultura Visual, (Caracas /2011: Universidad Central de Venezuela y Organización Nelson Garrido. Barcelona /2012: Centro de Cultivos Contemporáneos del Barrio). En el año 2010 realiza el proyecto “video-cartas”, en la Amazonía peruana junto a asociaciones indígenas sobre derrames de petróleo. Ha trabajado en las áreas de Dramaturgia (Anhelos Color Blanco, Ctrl+Z), cómic (Niño Arsenio, La extraña rareza de Rod & Dor), performace (Colectivo BlitzMambo). Junto al Colectivo Amigas de la Gratuidad, en Octubre de 2011 organiza en Barcelona el encuentro de proyectos autogestionados gráficos y sonoros “Funny Days.” Autoedita fanzines y material DIY como Ratalia’s Ink, y realiza como Svaselina Luvrika el programa de sátira televisiva “Arte con Mayúscula” ,  junto a Martina Dry.))

(Barcelona, España)

E-mail: [email protected]

 

 

 

Cómo se hace un Naufraguito from El Naufraguito on Vimeo.

 

 

La primera vez que vi una publicación artesanal, o bien ahora llamado globalmente, comunmente fanzine, fue hace alrededor de diez años en Chile con el colectivo Kiltraza y las publicaciones de Divino Anticristo, y por su puesto las mías de poemarios y escritos sin esperar ni intentar que una editorial me publicara algo, porque hacer tu publicación tiene su propia gracia; no hay nada mejor que no tener jefe, escribir pensando en su inexistencia y hacer en vez de un libro un objeto-fetiche. Hoy en Cataluña tuve la oportunidad de conocer a Ceferino Galán, publicador artesanal, tipógrafo, escritor, poeta visual y todos los etcéteras profesionales que debe tener un hacedor del hazlo tu mism@. Estamos en Barcelona, en la cafetería de una de las bibliotecas del Ayuntamiento de Sant Andreu, mítico barrio de la ciudad condal, barrio que por cierto raramente un turista conoce si viene a visitar la Barcelona de Gaudí. Traigo conmigo mi colección de “El Naufraguito”, con sus respectivos “El Mininaufraguito”, tengo sólo nueve ejemplares de los noventa y un números que Ceferino Galán lleva publicando desde 1989, también en mi carpeta otros treinta fanzines. Los desplegamos en la mesa y comenzamos a revisarlos meticulosamente: tamaño y tipo de papel, impresión, ¿tinta o serigrafía?, lugares de procedencia, y un sinfín de preguntas detalladas que pueden hacerce dos frikis de la autoedición. Entre mi colección de fanzines hay una fotografía de Walter Benjamin, a quien invocaré con mi ouija mental para hablar de la importancia y fetiche de los fanzines en contraste a ésta época de reproducción digital de la cultura. “El Naufraguito” se ha mantenido en su formato desde 1989, siendo premiado dos veces como el mejor fanzine en el “Salón del Comic de Barcelona” (2003 y 2011), e incluso este año habrá una exposición individual en el mismo salón dedicada por completo a esta publicación.

 

¿Cómo nació “El Naufraguito”?

El año 1989 estaba haciendo el servicio militar (obligatorio) en la Isla de Mallorca, de unas almenas me calló la autobiografía de alguien, 26 páginas de penurias que comenzaban y terminaban con “Yo soy quien soy y no me cambio por nadie” es decir, un orgulloso de ser un desgraciado. En ese momento pensé en hacer un boletín informativo especialmente dedicado a los náufragos. Por esos años participaba del Grup Taca de San Andreu, grupo de pintura y de tertulias sobre arte, política, de todo lo que se nos ocurría. De ello salió el boletín en formato cuartilla “El Nàufrag o el rai de la Medusa” (El Náufrago o la balsa de la Medusa) en recuerdo del cuadro de Gericault. “El Naufraguito” comenzó como un apéndice de esas cuartillas, no habían ordenadores y salían pocos. Una vez que habían ordenadores comenzó saliendo de manera regular, en los noventa. El “Mini Naufraguito” se editó con “El Naufraguito” nº7 “Ñam Ñam”, como un apéndice, que ahora va dentro a modo de bolsita marsupial en el interior de la contracubierta.

Por lo tanto, es un boletín informativo para náufragos, ¿está también escrito por náufragos? El género de escritura me hace recordar a Jacques Ranciere, quien propone la necesidad de ficcionalizar la Historia hegemónica para repensarla, replanteartela, derrumbar la distinción entre verdad y ficción para introducir nuevas voces potenciales, no ver diferencia entre qué ha sucedido con qué podría haber sucedido. Por ello mi pregunta ¿quiénes son estos colaboradores?, ¿quién es Helga la secretaria, El Carmelita sin hábito, Tony de Salas filósofo expresionista y nihilista? Me parece que eres el Joan Fontcuberta de los fanzines.

En la medida que he ido publicando, más náufragos nos han contado sus historias. No importa si los colaboradores son reales o no, lo que sucede es que juego con eso de los boletines informativos más clásicos, de que cambia tu percepción de la historia si está escrito por una mujer o un hombre, un albañil en paro o un filósofo. El mismo texto cambia de lectura, cosa que no tendría que ser, pero el autor te condiciona. ¡Un absurdo!, ya que el texto continúa siendo el mismo. El hecho de que cada artículo esté escrito en primera persona más el añadido que es un fanzine artesanal, el texto con toda su ironía sobre las fatalidades e infiernos te interpela. El primer náufrago, el escritor de las 26 páginas de autobiografía, es un hombre que es un desgraciado y que sin embargo es un chulo, está orgulloso de ser un desgraciado. Con ello, desde un inicio lo más importante es la ironía, es reírse de los demás como de uno mismo, tiene que haber un sarcasmo y un cinismo de las fatalidades, que es lo que lo enriquece a diferencia de los discursos planos. El nº 76 “Sangre en el ring”, está escrito por luchadores de verdad. Los náufragos te van escribiendo, y náufragos hay de todos los oficios y profesiones, hay luchadores, filósofos, cocineros, todo quien haya naufragado siente la necesidad de explicar algo. Esto está escrito por gente que no son fanzineros, que no quieren o no nos buscan para colaborar, simplemente manda el escrito sin interés de autoría, son personas que ya han naufragado, que lo han perdido todo. Los escritos quedan archivados y los de la redacción tienen que hacer de aquellos escritos, artículos consumibles, o sea un náufrago nos escribe un exabrupto, luego esto pasa por el laboratorio para que tenga una unidad, para que se estile el mismo sentimiento en torno a un tema, el sentimiento de pérdida. Náufragos han existido siempre, antes se sinceraban a un amigo y ahora escriben a “El Naufraguito”.

¿Es el fanzine una obra de arte? ¿le darías ese apellido?

No, con mayúscula no, porque es una cosa artesanal, pero si que es una obra personal y no dependes prácticamente de nadie porque te da igual, tienes una libertad total y claro, según cómo lo hagas puede ser algo apreciado. Lo que se valora de los fanzine es que ninguno tiene que ser igual a otra publicación, no hay ninguna ley, y es lo que da curiosidad cuando uno se encuentra con una autopublicación y se pregunta: a ver, cómo éste se lo monta.

Pienso que al estar alejado de la valoración institucional el fanzine no tiene porqué estar en el debate calificativo de alta o baja cultura propio de la academia y de las elites. Pienso también en Walter Benjamin, quien señala a la reproducción de la obra de arte como un objeto que ha perdido su aura, con esto delata su coqueteo con la escuela de frankfurt a ese análisis que hacen de la ‘cultura de masas’. Pero bien, me parece que en el caso de los fanzines como “El Naufraguito” su valor radica en que cada número es su propio original, tiene parte de reproducción digital y parte manufacturada. Benjamin decía que en la era de la fotografía y de la reproducción técnica el valor estaba más bien en la exhibición más que en el valor de culto, lo que me hace pensar que los fanzines tiene esa excelente mezcla, destacando su valor ritual, de manufactura, de reciprocidad y el trueque, que es lo más importante.

Creo que el ser humano es fetichista, concretamente con el arte. En una fotografía puedes hacer copias, ya no hay original porque lo que llegaría a serlo es el negativo, pero el mercado o las instituciones del arte se inventan que por ejemplo las primeras cinco son las originales, es decir, el ser humano se inventa historias para que el fetichismo continúe. Cuando haces un grabado, son copias todas, pero uno los numera, estos son autoengaños que hacemos para que la idea de lo original se siga perpetuando, aunque técnicamente se podría obviar. En el último número, “¡Maldita sea, el arte!” (nº 91) hablamos de una obra de arte que cuesta 250 millones de dólares, pero sin embargo hay una oferta, una demanda y un comercio que hace que sucedan estas cosas extrañas con la obra de arte. Cito a al colaborador del nº 91 Quiúle Serrano, copista en el Prado: “¿Qué clase de misticismo fetichista dota al original de un aura imprescindible y sagrado? ¿Qué clase de necesidad enfermiza hace que nuestro disfrute dependa plenamente de que una obra determinada haya sido realizada por una determinada persona? (…) ¡basta ya de supercherías! Como racionalistas negamos el carácter sagrado al original de la obra de arte, y es más, si los museos quitaran los originales y los sustituyeran por copias no pasaría nada y el arte continuaría estando allí. Y se podría tocar las obras. Y nadie te incordiaría si las tocas.” Pero de los fanzines, refiriéndonos a nuestro pequeño mundo, sí que tienen que ser pequeñas obras que te produzcan nuevas sensaciones. La dimensión fetichista acá también es importante, como todo artista o como cualquier persona que tenga algo que decir a través de la escritura y el arte, no se plantea necesariamente el para qué, siente una curiosidad y un impulso, es como quien quiere subir una montaña, por el simple hecho de subirla (que no es mi caso). Me refiero a esa comezón; cada uno tiene su pequeño infierno y la manera de que lo calmes, en mi caso es hacer fanzines, otros subiendo a la montaña, otros haciendo investigación científica, la rigurosidad al hacer “El Naufraguito” es igual, un placer por la experimentación: ¿y si pongo esta imagen al lado de este texto, qué sucede con esa tensión y esa mezcla?

¿Cuál es la cualidad principal de un fanzine? Especialmente de “El Naufraguito” que se diferencia de muchos otros que sólo son fotocopias, y el tuyo tiene bastantes detalles añadidos, se podría decir que cada uno es único y auténtico, un original. Cuando me encuentro con una autopublicación como ésta no puedo evitar compararlo a la era del ‘clickeo’ digital, con sus problemáticas de derechos de autor y censura. Por otra parte, el tráfico de cultura por la red es de una velocidad abismal, pero muchas veces esa información te llega de una manera que parece algo impersonal, mientras que cuando me encontré con tu fanzine me sentí apelada, tiene una gracia especial, donde quien lo escribe a la vez lo manufactura, es táctil y material en contraposición a lo efímero de lo digital.

Lo que está en internet no es palpable, es posible que desaparezca, mientras que el papel no va a desaparecer. Las leyes de propiedad intelectual en internet van en la dirección comercial, pero en nuestro caso esto no nos afecta en lo absoluto, porque el dinero que se mueve con los fanzines es tan ínfimo que no entramos dentro las prohibiciones. Con la venta los gastos se me cubren, pero tampoco me lo quiero plantear en ese sentido, ya que el valor es otro, hay muchos que se regalan, intercambian. Los fanzines lo que tendrían que tener es pequeñas cosas que lo hagan distintos de una publicación comercial, con él puedes hacer cosas que si haces tres mil ejemplares no se te permite. En “El Naufraguito” hay detalles que son específicos para cada número. Por ejemplo, en “Jamás pensé que te odiaría tanto” (nº 61, Octubre, 2004) donde las esquinas interiores son el índice del fanzine y a la vez índice de tipos de odios, es lúdico, juegas con el formato en relación al contenido y la temática.

El nº 67 “El fragmento nº Catorce”, se refiere al mito de Osiris que troceó al hermano, el pene fue el fragmento número 14 y esa publicación tiene una forma especial, especialmente el “Mininaufraguito” tiene cortado todos los artículos, si juegas con las líneas cortadas puedes leer un mini poema. El Nº 44 “La farmacia de pan o el laberinto del idiota”, en el centro hay un laberinto, luego otro, y así sucesivamente, cada hoja y artículo tiene forma de laberinto. El nº 41 “A través del espejo” hay que leerlo por completo con un espejo, y en el nº 76 “Peso Mosca” puedes convertir tu derrota en victoria.

Me han pedido de muchos lugares, para el director de la biblioteca del MOMA en Nueva York, para Israel, para Argentina, etc… Es un producto pequeño, que se guarda en cualquier sitio, un pequeño fetiche. No es un periódico que lo lees y lo tiras, incluso una chica tiene un pequeño altar con bastantes números.

En el fanzine lo importante es encontrar elementos interactivos, pequeños detalles materiales y en la temática, tanto para el disfrute como para que sientas que el mensaje es personal, como dices, sentirte apelado. En el nº 73 “Se quita la vida sorbiendo un helado (el suicidio tonto)”, cuenta que en esta vida tienes que tener cuidado con los compromisos que vas adquiriendo porque te puedes suicidar sin darte cuenta, te puedes convertir en un náufrago desgraciado. Un seguidor del boletín a partir de esto me contó que trabajaba para los políticos, y que llevaba siempre consigo ese número, ya que allí se relata un viejo cuento de una gallina que le propone a un cerdo hacer un negocio de huevos con jamón, y en un momento dado el cerdo se da cuenta que él si tenía algo que perder y la gallina nada. Muchos náufragos no saben calibrar dónde van a llegar.

¿Eres tú un náufrago?

Para hacer este fanzine no se puede ser un náufrago, ya que ellos no tienen estabilidad, vale señalar que un nómade o un apátrida no tiene por qué serlo. Ser un náufrago es una condición que no eliges, una condición que te sobreviene debido a la incapacidad de poder maniobrar tu propia vida. Recomiendo el nº 50 “Isla Naufragio” donde llegan todos los náufragos. Hacer un fanzine por tanto tiempo lo sigo viendo como algo minoritario, no como desventaja, sino a partir de la ventaja que lo puedes terminar el día que tu quieras, puedes hacerlo cuando te da la gana y puedes no hacerlo si tu quieres, no es inversión de dinero ni compromiso, es una libertad total. En el nº 37 “Cómo hacer un fanzine (con éxito) (relativo)”, se señala que al hacerlo es importante que tenga éxito para que tu pequeño ego esté colmado, pero relativo para que sino esa parte lúdica se convierte en una obligación, y por el fanzine no se sufre.
¿Cómo manufacturas los fanzines? Descríbeme tu mesa de trabajo.

Los hago todos en casa. Tengo dos escritorios, y es importante una lugar dedicado a la música, ya que cada número necesita un estímulo de música diferente. En mi casa imprimo, tengo grapadora, una guillotina. Es todo más simple de lo que la gente piensa.

¿Sientes que formas parte de un grupo? ¿Cuáles son tus referentes literarios y visuales?

Cuando estudié tipografía tuve la posibilidad de autoeditar un libro de poesía visual (“La verdad no existe”), eso me dio la posibilidad de experimentar con los lenguajes visuales y escritos. Mis referentes de pequeño, en los años sesenta fue la revista “La Codorniz”, de humor absurdo, luego en los setenta “Hermano Lobo.”

¿Algún consejo para motivar a que los curiosos hagan sus propios fanzines?

Cuando me escribe alguien preguntándome si puede colaborar, directamente les aconsejo que se monten su propio fanzine, porque en el tuyo lo harás a tu gusto y medida. Lo que adolecen muchas autopublicaciones con demasiadas colaboraciones es que no van de una sola línea, tiene que tener su propia personalidad, su propia estructura, su mundo creado. También es importante que tengan una editorial, un epílogo, para que no sea un mero recopilatorio de imágenes y textos. El editorial te ayuda a poner tu posición en el mundo, como hacer un fanzine es tan personal, es interesante que cada uno exponga por qué ha hecho tal publicación y de tal manera, aunque es eso, cada uno puedo hacerlo como le dé la gana.

¿”El Naufraguito” tiene una fecha de finitud?

Hasta el momento tenemos pensado que en el nº 100 se tiene que hacer el harakiri, y el nº 101 habrá un naufraguito subiendo a los cielos, allí vivirá como un ser anónimo, porque la felicidad está dentro del anonimato.

* Para pedir  “El Naufraguito” con su respectivo “El Mininaufraguito” escribe a [email protected]

 

 

Bibliografía

Benjamin, Walter. Sobre la Fotografía. Trad. José Muñoz Millanes. Valencia: Ed. Pre-textos, 2005.
Rancière, Jacques. The politics of aesthetics: the distribution of the sensible. Trad. Gabriel Rockhill. London: Pbk. Ed, 2004.