Presentación de Visiones de William Blake, de Daniela Picón

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Autor: Fernando Pérez Villalón[2].
Filiación: Departamento de Lengua y Literatura / Departamento de Arte, Universidad Alberto Hurtado.
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Creo que hay varias razones para alegrarse por la aparición, en nuestro campo intelectual, de un libro como el de Daniela Picón que lanzamos hoy, y en esta presentación intentaré articular algunas de ellas. Son razones en cierta medida personales, como toda buena razón para entusiasmarse con un libro, pero sospecho que serán compartidas por varios de los lectores de este trabajo cuando lo conozcan.

Se trata, en primer lugar, de un texto que se inscribe en el campo de los estudios de literatura comparada, un que en Chile está muy necesitada de desarrollo. ¿Comparada con qué? era la pregunta que solía escuchar cuando contaba en qué era el doctorado que estaba realizando en ese ámbito. No tengo todavía del todo clara la respuesta a esta pregunta, pero me parece que el libro de Daniela sugiere algunas pistas para responder: la literatura es comparada con objetos y prácticas no literarios, o en los límites de la literatura (que en ese ejercicio se vuelven porosos y flexibles), como otras artes o formas de conocimiento; la literatura es abordada no como un objeto restringido a períodos o tradiciones lingüísticas y nacionales aisladas (literatura medieval, literatura francesa, literatura chilena), consideradas como entidades autónomas y en cierta medida autorreferentes, sino en un diálogo que entrecruza tradiciones, lenguas, épocas, estilos, que se hace preguntas transversales a estas tradiciones y en algunos casos se plantea problemas que la mirada aislada de literaturas nacionales había vuelto invisibles. Ahora bien, la comparación, como tal, comporta un riesgo, el de no hacerse cargo de las peculiaridades de ninguno de los objetos que se consideran: quien mucho abarca poco aprieta. Tal vez, como nos muestra este libro, la respuesta a este problema no sea un esfuerzo por abarcar y apretar mucho al mismo tiempo, sino una decisión de soltar, de abarcar mucho con una mirada suelta, pero siempre capaz de enfocarse en alguno de esos que Ezra Pound llamaba “detalles luminosos”.

El libro de Daniela Picón tiene estas virtudes del enfoque comparado: recorre un período muy amplio de tiempo, atraviesa con desenvoltura pero con cuidado diversas tradiciones intelectuales y lingüísticas, se mueve por contextos históricos variados sin perder de vista su especificidad, aborda materiales y problemas que no cabrían en una definición estrecha de lo que es literatura, y al mismo tiempo es capaz de demorarse en detalles precisos y específicos que le dan nitidez a su estudio y evitan que se convierta en una mera visión panorámica y general. Considerando la amplitud del período y la complejidad de los materiales que revisa, es además un libro breve, conciso y de lectura amable, pese a que claramente habría podido ser un mamotreto o un tratado fatigosamente minucioso y detallado. El método poundiano del detalle luminoso no sólo consiste en seleccionar detalles particularmente elocuentes, sino en saber dejar de lado como ruido de fondo todo lo que desenfocaría la visión que se intenta transmitir, y tengo la impresión de que la autora ha hecho un cuidadoso trabajo de edición para llegar a un alto grado de condensación.

Una segunda razón para alegrarse del surgimiento de este libro es su atinado e informado abordaje de un tema difícil, el diálogo entre imagen y palabra, del que Blake es un notable ejemplo. Por mucho tiempo los estudiosos de literatura hemos leído a artistas complejos como él mirando sólo el texto y no los “monos”, como se dice a veces con desprecio, sin darnos cuenta de que objetos como los que fabrica Blake requieren de una mirada que no puede anclarse en un solo saber disciplinario, de orden filológico y textual. Daniela es capaz de iluminar certeramente el diálogo entre palabra e imagen que nos propone este artista, un notable ejemplo de lo que algunos estudiosos del fenómeno, como Aron Kibédi, llaman Doppelbegabung, que puede traducirse como “doble talento” o “capacidad”, pero también como “doble don”. Estudiar la obra de artistas con esta dedicación a oficios múltiples, a exploraciones simultáneas de diversos registros de lo sensible, requiere también de un doble talento, o en todo caso de un esfuerzo redoblado. Abundan los ejemplos en el libro de un esclarecimiento mutuo del sentido entre imagen y texto, o más bien de la producción de un sentido más complejo a partir de su conjunción. En estos casos la imagen no ilustra ni adorna al texto, como solía pensarse, sino que lo complementa, conversa con él, le contesta, generando un contrapunto en el que el todo es más que la suma de sus partes.

Para complicar más aún las cosas, este trabajo no se limita a una revisión del diálogo texto-imagen, sino que acertadamente incluye una consideración muy cuidadosa de la factura material del medio, de la imagen con el texto y del libro que los soporta, incluyendo un estudio cuidadoso de las implicancias de las prácticas y técnicas de producción de imagen, en particular del método de grabado utilizado por Blake para componer sus imágenes y textos, descrito por el mismo en una fórmula que reaparece recurrentemente en este libro hasta volverse una suerte de leitmotiv como “el método infernal, que derrite las superficies aparentes y despliega el infinito que estaba oculto”.

Aquí hay una lección que nos recuerda las limitaciones de un enfoque exclusivamente textual, en un sentido restringido, pero también, creo, una propuesta hermenéutica, un modo de mirar y de leer. Ahora bien, en el caso de Daniela más que derretir las superficies aparentes, hay un demorarse en ellas, como si el infinito estuviera inscrito sobre en vez de oculto bajo ellas. En ese sentido, su trabajo tiene algo del método de la lectura superficial, en un buen sentido, recientemente propuesto por algunos críticos, contra el excesivo énfasis en buscar lo oculto al que nos acostumbraron ciertos modos de usar el psicoanálisis, la deconstrucción, la crítica de la ideología y la hermenéutica. Aquí las apariencias no son trampas que haya que sortear para llegar al sentido verdadero, sino que son el lugar en que ese sentido se nos ofrece si tenemos la paciencia de mirarlo con la calma suficiente.

Este libro estudia y pone en práctica un modo de leer que, si bien tiene mucho de añoranza de un pasado previo a la instauración de la cultura impresa (de la que Blake es un agudo crítico), tiene también mucho de la mirada interconectada propia de los nativos de la era digital. Los libros de Blake se consideran en este estudio como un conjunto de enlaces, de ventanas y vínculos internos y externos, con su propia obra y con la de muchos otros autores que lo precedieron y siguieron, con un método que consigue a la vez atenerse a la especificidad histórica de los objetos que aborda y evitar las trampas de la cronología lineal.

Para los que, como yo, conocemos poco la obra de Blake, este libro ofrece una oportunidad de adentrarse a ella, aunque en estricto rigor no es un libro sobre Blake, sino sobre su recepción en los siglos XIX y XX. Creo que en esto hay otra lección de este libro, en el modo que aborda a Blake a partir de su diálogo con lectores futuros que lo comprendieron mejor de lo que lo supo comprender su propia época. Peter Mason, un notable estudioso de la historia del arte y la visualidad, utilizó como título de un libro suyo la frase “la vida de las imágenes”, que me parece que resume bien el modo en que este libro muestra a las imágenes viajar en el tiempo y el espacio, conectando contextos muy distantes y diversos, y llevando consigo ciertos gestos, figuras, atmósferas y disposiciones afectivas peculiares.

Visiones de William Blake sigue la transmutación de la obra del poeta inglés en tres momentos sucesivos: el simbolista, centrado en la figura de Odilon Redon; el visionario, que se concentra en el libro rojo de Jung; y el surrealista, enfocado en la obra de Max Ernst. Cada uno de estos momentos despliega y actualiza posibilidades distintas que estaban latentes en la obra de Blake, y que Daniela va recorriendo cuidadosamente como quien nos llevara por las habitaciones de un complejo edificio. Uno de los temas recurrentes en este recorrido es la paradoja de la utilización de lo visible como vía hacia lo invisible, una concepción en cierto sentido iconoclasta de la imagen, que la piensa como mediación hacia una realidad transcendente y no figurable ni perceptible con los sentidos.

Me gustaría cerrar esta presentación imaginando que, tal como la obra de Blake se prolongó en sus ecos, e inauguró una línea de trabajos conectados con ella, pero también capaces de llevarla en otras direcciones, actualizarla y modificar su sensibilidad, esta investigación podría prolongarse en un diálogo más estrecho con objetos actuales o de un pasado más reciente, y de un contexto más cercano. Pienso, por ejemplo, en las relaciones posibles de Blake y sus exploraciones con experimentos actuales con el libro como medio y soporte, por ejemplo las de Guillermo Deisler, Juan Luis Martínez, y otros exploradores del libro objeto, algunas de cuyas obras se exponen estos días en el Primer Festival del Libro de Artista en el Instituto Goethe. Pienso también en el diálogo con poetas latinoamericanos que han reivindicado la tradición visionaria, en el estudio de los procesos de traducción de la obra de Blake y en su diálogo con otras obras afines como la del arquitecto Alberto Cruz que actualmente se presenta en el MAVI, que comparte con Blake la exploración de las relaciones entre imagen y palabra pero también una vertiente visionaria y un gusto por la artesanía. Un libro como el de Daniela Picón permite imaginar estas y otras conexiones posibles, y sólo queda esperar que sus lectores tengan la misma capacidad de recepción abierta, generosa, atenta y creativa que su libro estudió en los lectores de Blake.

[1] Ed. Calambur, 2017, ISBN 9788483593783, 272 pp. Presentado en la Librería del GAM, Santiago, Chile, 14 de septiembre 2017.

[2] Fernando Pérez Villalón es Director del Departamento de Arte y académico del Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad Alberto Hurtado.  Ha publicado numerosos ensayos críticos y académicos sobre diversos temas, en particular, sobre las relaciones entre imágenes, textos y sonidos, así como los libros de poemas voces versos movimientos (2004) y Pasajes (2007), varios libros objeto (entre ellos, Tour, 2011, y 30ytantos, 2013), y una colección de traducciones de poesía china clásica (Escrito en el aire, 2013). Su publicación, “La imagen inquieta. Juan Downey y Raúl Ruiz en contrapunto” (Catálogo libros, 2016) fue premiada en 2017 por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, en la categoría ensayo. Además, forma parte del proyecto de poesía y música «Orquesta de poetas».